como los monos de gibraltar

jueves, 9 de diciembre de 2010

And look at all the bugs we found

En el camino de la ambulancia a casa, un chaval reflexiona acerca de toda la movida que le acaba de pasar. Intenta recapitular. Intenta entender la sucesión de los hechos, pero una proyección de imágenes vívidas reproduciéndose con dolorosa claridad ocupaban todo su panorama mental. Pero tenía que recapitular. Estaba estirando la espalda en clase de gimnasia, antes del recreo. Ella estaba dos, o tres filas más atrás. Llevaba todo el año viéndola entrar cada mañana. Se la había cascado demasiadas veces pensando en ella. Probablemente fuese el único mongol de clase a quien no se la había comido. De repente, delante, "¿Quieres que te suelte la espalda? Me enseñó mi hermana a hacerlo, ya verás!". Casi te meas, hijo de puta, las rodillas me temblaban de una forma que creía que era visible por todos. Se rie y te lleva de la mano, ¿Quién eres tu, si te llevan de la mano? La tía se pone encima, y me pone todo el culo el espalda, con esos pantalones de chandal que dejan pasar el calor. Notaba térmicamente todo su coño directamente radiando sobre su persona. Su culo eran como dos bolsas calientes de algo más denso que el agua, pero no menos mágico. Notaba todo su conjunto estructural follable, su sólida arquitectura penetrable, de una manera que no lo había notado antes, y se movía, estaba masajeando mi puta espalda con su culo. Y con el coño. Estaba pegado al suelo por su peso, y tan erecto contra él que podía haber liberado a unos cuantos mineros chilenos. Apretaba su peso contra mi columna y pequeños crujiditos placenteros la recorrían, clac claca clac. "¿Te gusta?" "SIII-iii" Fui a proferir un entusiasta SI, pero derrapé a la mitad y acabé en un vergonzoso gemido, había parecido un imbécil, pero en esos momentos era el imbécil con un coño en lo que me parecía un contacto directo con la espalda más feliz del mundo. Además la presión que hacía me sorprendió. Todo mi cuerpo se tensaba cuando bajaba su culo sobre mi camiseta de Krokus. Creía que ya estaba húmeda. Y de repente "¿No estas sudando mucho?" Me vuelvo y la veo mirándo hacia atrás, en el instante en que mira su mano y toda su expresión risueña se evapora en un milisegundo y durante un milenio coge aire para dar el puto grito más largo de la historia de los putos gritos de mierda. Y es que es mierda. Es puta mierda. Es mierda de mi puto culo, tiene su mano llena de mierda de mi culo. Sale despedida encima mio mientras se tira a la gente llevando su mano en alto, agarrándola con la otra, como si llevara algo que hay que enseñar, separándolo del cuerpo y pasando entre todos, gritando. Como si estuviera a cambio de mutar en otra cosa a causa del contacto con mis heces. Y lo pienso y lo peor de todo es que no noto nada. Intento levantarme y no puedo. No siento las piernas. No noto nada en las putas piernas. No noto donde está mi mierda. No se donde está mi mierda, hasta que empiezo a ver las perneras de mi chandal gris oscurecerse a ambos lados, la diarrea echando una carrera a ver por qué pierna me bajaba más rápido. Me intendo incorporar, pero son un peso muerto. Era un poco fascinante cuando todavía no era consciente de todo. Me consigo erguir unos centimetros. Apoyo la cabeza contra la pared. Eso parece dar el impulso final a la diarrea y veo como empieza a extenderse monstruosamente por mi pantalón. Veinte centímetros más arriba veo a toda mi clase mirándome. Estaban saliendo antes, pero milagrosamente lo que parecían miles de personas había aparecido para verme. Ese fue el primer momento donde lo pillé. Para verme cagarme vivo. Pánico. No se de donde vino, pero apareció y tuve que intentar hacer algo. Me tiré hacia un lado. Me revolqué. Gimoteaba. En una pausa súbita en plena contorsión miré hacia abajo. Líquido por todo el puto suelo. Estaba arqueado hacia abajo y vi el tiro de mi pantalón demasiado caido. Colgaba y goteaba a traves de la bragueta. Y no notaba nada. Ni siquiera su peso. Quería tirarme al suelo tan fuerte que me enterrase a mi mismo. En vez de eso, apreté la mierda encima de mi tripa y se extendió, y la sentí ganar terreno hasta el pecho. Me di la vuelta. Estaba lleno de mierda. Estaba hundido en mi puta mierda. Alguien había abierto las llaves de mi deposito de mierda y me había metido a mi mismo debajo del grifo. Creo que incluso podía tener mierda en los ojos, porque miré a la gente y creo que las veía a través de un filtro color mierda. Había chicas llorando. Y me hubiera gustado ver a gente riéndose, pero ni siquiera el hijo de puta de Jon, ni Adrián decían ni pío, estaban boquiabiertos mirándome. Entendí lo que significa que se muera algo de tí, tampoco sabría qué fue exactamente, pero supe que algo dentro de mi no iba a volver a ser lo mismo ya nunca jamás. Me giré una vez más contra la pared. Toda mi lucha no había hecho sino más grotesco el espectáculo inigualable de verme vaciar todos mis intestinos encima. Me incorporé de nuevo, gracias a lo que me pareció que fué una repentina y totalmente estúpida necesidad de incorporarme y mostrar que aún era humano, que aún quedaba algo dentro de mí. Acerque mi culo a la pared, y al hacerlo la mierda rebosó el lado derecho de mi pantalón, precipitándose un torrente de diarrea. Ella había vuelto, con un rictus de espanto. Se tapaba la boca con una mano. Y en su mirada no vi vergüenza, ni nada en lo que poder agarrarme como un salvavidas en pleno naufragio fecal. Su mirada era de pena. No podía sentir nada. Se me empezó a ir la cabeza. Quería desmayarme. Todo se iba hacia un lado. Pero volvía, allí estaba de nuevo. No podía dejar de verme. No podía dejar de ver como me veían. Entonces llegó él. Alberto Martín Dominguez. Profesor sustituto de inglés. Les dijo algo a los demás y no se inmutaron lo más mínimo. Vino hacia mí y yo le miraba. Le miraba sin pensar para poder ser él. Detecté el momento justo en que se percató de la situación. Apenas pudo disimularlo. Pasó de ser el puto heroe del momento, a precaverse como un desactivador de bombas delante de un maletín atómico. Y es que yo era una bomba de mierda. Una bomba de mierda que había explotado de repente. Era el bombardeo de Guernika de las bombas de mierda. Era el Hiroshima de la diarrea. Quería ser él más que nunca. Me agarró de un hombro y me metió la mano bajo el sobaco contrario, luego maniobró hasta hacer lo mismo con el otro. Y me levantó. Anticipé la escena y pasó justo lo que imaginé. Ni siquiera lo miré. Se querían reir. Lo peor de todo era que algunos se querían reir pero no podían porque la estupefacción les podía. Era peor que una humillación. Era una visión tan lamentable que rompía más allá de las fronteras de lo risible. Era entrar en otro terreno. El de los putos fenómenos acojonantemente chungos de la Naturaleza. Era el Hombre Elefante del momento. Mientras la riada de diarrea aún goteaba por los bajos del pantalón, me giró, y al arrastrarme hacia la puerta, dejó dos regueros que salían del oceano de cacas que había creado en el suelo. Carlos Semprún Alkorta profirió un sonido gutural y se llevó una mano a la boca, dándose la vuelta y perdiéndose entre los demás. Me despedía de la clase, de aquella escena, en una ridícula cámara lenta. Desde la altura de mi cintura. Y aquí hice lo impensable. No sé qué cojones pasó. Que coño hice, que me puse a sonreir. Quería decirles que estaba bien. Y sonreía. Oh, joder. Sonreía como el imbécil más grande del mundo. Y juro por Dios que intenté hacer un gesto con la mano, pero no pude. Estaba sujeto por el profesor sustituto de inglés. Pero quería haber saludado. Solo ahora se daba cuenta de lo que había hecho. Solo ahora se vió a si mismo. Quiso poder plegarse encima mismo hasta hacerse un pequeño punto oscuro y perderse a través de un agujero a otra parte. Le examinaron varias veces después de limpiarle como a un despojo en una ducha para paralíticos. Y no me sentí indignado. No sentí vergüenza delante de aquel tío que me pasaba el chorro de la ducha y me trataba como a un puto catatónico. Era lo que necesitaba, que alguien me viera como la carcasa de una mercancía dañada. Me introdujeron en la máquina de resonancias y ahí fue donde por primera vez me sentí a gusto. El espacio pequeño, estar como una larva ahí metidito, viendo las pequeñas crestas del plástico que recubría el cilindro, mientras el zumbido y el traquetreo y el sonido eléctrico de ese campo de fuerza que me llevaba a otra parte. "Es un pinzamiento bastante grande y bastante cerca de la médula sobre un nervio" "Aún así, no está dañado, recuperará toda la sensibilidad después de la operación" "Ha perdido completamente el control de la musculatura bajo el nivel del pinzamiento, pero después de la descompresión del nervio y una pequeña rehabilitación volverá a recuperar todas las funciones exactamente igual que antes" Luego todo es un sueño, me han dado algo. O me lo han metido en la mierda que me han pinchado en la mano. Luego un quirófano y me hablan. O se hablan entre ellos, no lo sé. Y despierto como si hubieran metido algo en la cabeza y todavía estuviera a medio salir, en una cama. Mis padres están ahí. Mi madre llora. A mi padre le gustaría poder hacerlo. Y ahora entiendo, en esta ambulancia, por primera vez lo que ha pasado. Empiezo a llorar, a lloror de puro dolor por estar consciente.

20 comentarios:

paca dijo...

Joder!

Anónimo dijo...

paca, no salpiques

ramonkarlos dijo...

Os lo digo en serio: cortaos con los posts más largos que un día sin pan. O hacedlos por entregas para que los pueda leer, hijos de puta.

Tereso dijo...

Mi madre Xabi... no sé que cojones hago en este blog con un máquina como tú.

Yo siempre estoy con el vientre flojo que diría un señor mayor. Y ahí están las putas publicidades de los cereales y la fibra de los cojones: come fruta, caga a gusto, sonríe. Y no, porque cuando te cagas y no te puedes aguantar un sudor frío te recorre el cuerpo y no piensas en otra cosa que encontrar la letrina que te lleve al cielo de la gente que no necesita unos putos cereales para cagar y que no te hace sonreir el momento bifidus. Ya está bien de tanta gilipollez.

El final de tu historia me ha dejado un poco jodido, he sentido como una conexión y acabo de llegar a casa. Bueno, cuando me levante borro toda esta basura que escribí.

Rudo Curtir dijo...

Increíble.

priest dijo...

Qué bueno Xabi. No se si lo has escrito teniéndome en mente pero me he sentido un poco identificado.
Me encanta la parte en la que intenta saludar "no, tranquilos, no os preocupéis, estoy bien, es solo que está zorra me ha destrozado la espina dorsal con su coño caliente"

¡Malditas, malditas mujeres!

También me gusta mucho la frase "A mi padre le gustaría poder hacerlo". Hace un par de meses me dí cuenta que provengo de una estirpe de hombres, vascos, con serias dificultades para realizar cualquier manifestación sentimental.

Macarrismo dijo...

La mierda como leit motiv del pegamin

San Vito dijo...

Que tiemble el Palhaniuk ese.

Xabibenputa dijo...

jajaja, ya me gustaría tener el shock factor de Palahniuk!!


Priest y si, yo soy de esos precisamente. Sin embargo no se si es que me engaño a mi mismo, pero aparte de ser incapaz fisiologicamente de manifestar emociones sentimentales en público, me da por el culo hacerlo y desapruebo a todo aquel que lo hace.

Los sentimientos son cosa de maketos.

bakeriso dijo...

Po ezo ta mu mal Birlputa, po que lo ma bonito ki tiene un hombre en lo adentro da su interió da la entraña son su emosione.

Adema cuando se guarda po dentro lamor lodio la gana de gritá o cuando tá de juerga que le quiere da un beso al novio tamiga pero ta da coza po ella mu malahe mu selosa poque ta mu gorda tie musho hamone con cuatrosiento caballon cada hamó la mu sorra, po eza coza lueo sasen mu grande y salen po donde no tienen que salí como er Pizuerga, que se mete po lo debajo de la tierra y alueo zale po otro lao diferente, illo.

Hay que ze mu naturá y uena hente, yo pohemplo zuelo tené musha gana deppresá mi independensia y mi libertá de penzamiento fízica hasiendo un ardominá cuando me zale la raha la pipa. Y, ea, ahi que me planto a jasé un ardomina sin compleho ni temoreh. Hi ademá e mu ueno pa lapparda, pa la tenzió y pa tené hun cueppo hove i trativo.

Mira, ramihmo, noto er quehío der ardominá que sube po dentro pidiendo liberarza.... mmmmpffffz ea, toma peaso dardominá que mi cahcao!

priest dijo...

Xabi, había escrito un segundo comentario en el que te mandaba un bro fist precisamente por eso que dices. El puto blogger lo ha debido enviar a Spam por tener un enlace con el puñito.

Haciendo Amig@s dijo...

Pero que puto genio.

private eye dijo...

Regina, vente a Pegamin con Jimina y Clementina y haceis peleas con la alcachofa de la ducha mientras Falconetti os fulmina con su mirada certera.

Ender dijo...

yo tuve una época en la que tenía que salir de clase cada 10 minutos para cagar. un día estudiando en casa de un colega, me fui al váter y, antes de soltar lastre, emití una metralleta de peos. no os creais que fue una pequeña ráfaga, aquello parecía el royal rumble de las M2. no exagero si digo que estuve así casi un minuto. para rematarlo, acabé con un sonoro sonic boom, que desencadenó los vítores de mi compañero de estudio. tened en cuenta que, entre la habitación y el cuarto de baño, había un pasillo bastante largo. cuando volví a la habitación, mi colega y su novia y una amiga que acababan de llegar, se estaban descojonando de mí. me había convertido en la muerte, el destructor de mundos.

Anónimo dijo...

el estirón se te fue en pedos

Anónimo dijo...

Qué cerdo!!!!!!

Xabibenputa dijo...

Brofist recibido, Priest.

Anónimo dijo...

sí, los sentimientos son de maketos es verdad, de otra manera se habrían acabado los tiros en la nuca. Sois la bomba los vascos vascos¡¡¡

Anónimo dijo...

sí, los sentimientos son de maketos es verdad, de otra manera se habrían acabado los tiros en la nuca. Sois la bomba los vascos vascos¡¡¡

Daseinseescribejunto dijo...

Joder, para no tener sentimientos los finges guay.
En serio, puedes hacerlo siempre que quieres? Me refiero a que si puedes escribir algo así cuando te lo propones.