como los monos de gibraltar

lunes, 13 de junio de 2011

Cercanías Renfe patrocina: the second coming

Porque yo lo he visto y testifico con mi palabra.

Era una tarde de finales de verano en la acalorada Madrid suburbana, nicho de malvivientes, extranjeros, y olvidados como uno. El sitio perfecto para la re-reencarnación del Hijo de Dios. Yo lo he visto y testifico con mi palabra. Un varón latinoamericano de mediana edad se encuentra extendido en lo que ahora se ha considerado llamar con el moderno nombre de “soporte o apoyo isquiático”. Probablemente fundido (el muchacho, no el soporte) tras miles de horas semanales de producción de lo que sea y que en pos de su tarea de ocio decidió, no sin mérito, dejarse arropar por los efluvios de la bebida. O tal vez simplemente se hubiera abandonado tras un receso en el tercer tiempo de ese bienhadado futvoley de fines de semana que ya había empezado. La postura es significativa, brazos abiertos trenzándose en la barra superior que otorgan estabilidad al resto de la osamenta andina que se apoya en la barra inferior a la altura de cintura, dejando libres a los pies que permanecen desparramados por la estación de Laguna.



Venía bastante emocionado pensando en ideas fantásticas para un fin de semana entregado a las minucias terrenales y poco epifánico, un Zaqueo de la vida, un inconverso, un carente de fe. El tren que iba en dirección Atocha realizó su habitual parada en la estación de Laguna, con inusitada calma. El túnel se convirtió en luz en la estación y los habitués yonquis que viajan a Embajadores intercambiaban opiniones sobre el contenido de sus bolsillos y tragos a una litrona envuelta en una bolsa de plástico, los pastorcillos del siglo XXI daban color a ese pesebre infernal a unos, digamos, ¿200 metros bajo tierra? La estación permanecía bastante vacía vista desde el vagón, sobre todo si se tiene en cuenta que el fin de semana estaba saludando a los ciudadanos con su entrada. Sólo se veía, a medida que iba deteniéndose la máquina, la enorme misericordia, la más larga que se haya visto jamás, un ingenio de metal hueco que proporcionaba apoyo a las masas viajeras y que quedaría resignificada para siempre, una vez más. Si antes fue la cruz, signo de humillación reconvertido a gloria divina y salvación; ahora este objeto diseñado para descansar sería ahora signo antagónico a la utilidad laboral y símbolo y colgante de cada uno de los bautizados por la fe cristiana que pudieran ejercer el derecho de compra, herencia o hurto del pequeño objeto. Ya a la venta en su quiosco amigo.

De repente, una mole de silencio se apoderó de la escena. Los yonquis ajenos a cualquier proceso ecuménico que no involucrara alcohol o drogas seguían en su larga disquisición que se iba tornando más materialista por momentos. El tren permaneció más tiempo de lo estipulado por los convenios de tráfico que rigen a los horarios ferroviarios y el plano secuencia que me permitía ver mi cámara, la ventana que daba al exterior, me dejó a mi y a otros hermanos una escena donde el dolor y la redención se hicieron carne. Y porras. Dos agentes de seguridad se acercaban al cuerpo enredado con dos porras blandidas en sus respectivas manos derechas y miraban el cuerpo, que suponía aún caliente. Lo tocaron con aquellas extensiones de sus extremidades y el cuerpo no se movió. Fue en aquel mismo instante en el que el sonido crepuscular del tren volvió a erigirse en el motor de los hechos, la máquina empezaba a moverse y los agentes seguían ante el cuerpo inerte esperando una respuesta para trasladarlo hasta su túmulo o pegarle la puta paliza de su vida por haber profanada la sacrosanta estación de RENFE de Laguna.

Lo he visto, y testifico con mi palabra. Pero también las cámaras de seguridad. Y los pasajeros-hermanos que esperamos aún una señal posterior que nos infunda valor para difundir los hechos: unas lenguas de fuego sobre nuestros cráneos o alguna experiencia mística cojonuda como la glosolalia o la bilocación no estarían mal. Seguimos esperando, mientras tanto, oyendo música celestial con ese nuevo símbolo de redención colgado a nuestros cogotes que es, naturalmente, la misericordia (ya a la venta en su quiosco amigo, estancos y taquillas de Cercanías RENFE).



O también pueden seguir rezando, como él

9 comentarios:

Manuel Sainz dijo...

Me hago cruces yo también con lo que hay que ver en la viña del Señor. Espero que el testimonio de Tereso ayude a esclarecer el Juicio Final de los hechos. Claro que tendrá que ser contrastado con otros testimonios igualmente misericordiosos.

Me quedo cantando y rezando las oraciones propuestas para alcanzar con ellas el reino de los cielos. Amen.

Anónimo dijo...

Lo que nos faltaba, todos convertidos.

Nunca es tarde

paca dijo...

El sagrado corassón obraba a través de sus porras. Seguro.

Tereso dijo...

Qué fálico lo suyo, Paca. Qué extrañeza.

paca dijo...

jjj como los devotos de San Longino que flipaban con el milagro supuestamente sucedido tras clavársela bien al Crucificado. A través de su mano, parece, se cumplía una profecía. Y se hacía manifiesta la naturaleza divina.
Bueno pues en su caso es lo mismo pero con la naturaleza de la miseria humana hecha carne en las malevas porras de los soldados del difuso imperio del "orden" que nos ha mostrado.

Tereso dijo...

bueno, el imperio del orden fue a "limpiar", yo supuse que lo echarían sin más, o le pegarían, pero no sé si ocurrió o no, quizás solo lo bajaran de su cruz y lo llevaran al sepulcro donde unos días después resucitaaba en alguna cancha de fútbol de Laguna (en Tenerife es bien conocida esa zona). Lo importante para mi aquel día fueron los signos, la transubstanciación, las ideas alrededor del hecho místico. No sé porqué, pero esa noche después me pasó de todo. Primero un moro me robó el puto móvil que era una puta mierda como todos mis móviles, después en una barbacoa que dieron en una azotea unos amigos vimos como unos guiris se colaron y se pusieron a practicar cancaneo a tope con todos nosotros de espectadores, como sí nada. Luego me fui de fiestón y me quedé dormido en el metro a la vuelta, pero sin lesiones ni nada material que lamentar. Ahí hubo señales, Paca. No sé que cojones significaron, pero las hubo.

Anónimo dijo...

Está claro que tienes que cuidar el codo

paca dijo...

Lo importante es que se estableció un proceso semiosis, para cierta secta acéfala, tal proceso era sagrado, en efecto, místico.

La Laguna? Jajajaja bueno en la Laguna hay un Cristo y unas fiestas del Cristo que son de órdago, para echarles de comer a parte.
Y también es el lugar del asueto nocturno, el problema es lo reducido de la zona habilitada...diluye la noción de asueto una barbaridad.

trinerfólogo dijo...

También esté el mito del aeropuerto y la cruz...