El Vértigo de la Anagnórisis

El otro día, cosas de la casualidad, sufrí una anagnórisis. Descubrí la identidad real de uno de nuestros compañeros pegamitas. Él la mantiene en secreto, como todos menos yo y en su día Clementina, y nunca me había dicho nada.

Lo descubrí de forma rutinaria, navegando por la red. Como de costumbre en el caso de las anagnórisis, la Realidad dio un vuelco, reajustándose de forma aparatosa, y me costó un tiempo asumir la nueva situación.

¿Qué hacer?

¿Escribo al Surmano?

¿Hablo con el Pegamita en cuestión y le echo en cara su silencio?

¿Desaparezco de aquí por la puerta de atrás, sin dar explicaciones?

¿Envío un mail privado a los demás pegamitas buscando confidencias y comprensión?

¿Y si resulta que todos lo sabían, que en realidad las identidades 3D de mis compañeros de blog son amigos míos, gente de mi entorno más próximo, y todo esto no es más que un retorcido experimento, al que me he visto arrastrado por mi inocencia?

Algo se ha roto, al menos dentro de mí, compañeros.

Pero bueno, he pensado que lo mejor que puedo hacer es mirar para otro lado y fingir que nada de esto ha ocurrido.

Esta noche, cuando vaya a la Montaña Sagrada y me encuentre con él no le pienso sacar el tema. Lo dejaré como está. Y yo me quedaré con esa decepción que supone comprobar el hecho de que cuando dos pegamitas se encuentran en el Mundo Real nada sucede.

Nada, completamente.