Observando la situación, del otro lado de la barra, el hemiciclo de madera, estaba un señor con un gran parecido a un famoso actor. Impasible en la otra esquina pero que veía toda la jugada. Abocado al almondiguismo y al sufrimiento: spanking, bondage, alcohol, y etcéteras. Toda la noche a cervezas. Se acercó, hizo el comentario que debía sobre Andrés de Sabadell con pulcritud y se unió a la cháchara. Sabes, te pareces un montón a John Malkovich, arriesgó como quien apuesta una ficha al color el skater.
Acabamos la noche los tres y una tal Cristina hablando a saber de qué cosas. Cristina tenía unas tetas enormes y acudió a las cinco más fresca que una rosa al alba, lo cual me hizo pensar que era una dama de compañía. Mi compañera de curro: mal pensado. John Malkovich y el otro se hicieron amigos y se fueron a empolvar la nariz un par de veces. La dinámica de JM era: cerveza, baño, cerveza, cigarro fuera (veía la jugada) y así hasta acabar la noche. Es muy majo John. Le gusta mucho la música. La verdad que ahora que lo pienso no era prostituta. Como mucho comebolsas, pero poco más. Tenía una risa peculiar recuerdo, de esas que penetran en el oído como un ruido blanco y se quedan palpitantes en la sesera. El ruido eterno. Esos pequeños condimentos sensoriales se te quedan grabados al aguafuerte, como esos váteres de estación de trenes. Como es lógico, se fueron juntos y tan contentos.
…
Aparece JM al otro día. Tal vez con la misma ropa. Al final de la noche me invitó a su casa a escuchar discos. 300 vinilos. Quiero que los apruebes. Le contesté que no tenía autoridad moral para evitar con caballerosidad su amable invitación. Esa noche habló de la comida y el maridaje con las bebidas lo cual derivó en una charla sobre la primacía oriental. Y esa es la razón última por la cual creo yo que se autodestruye en el bar. Porque sabe que nuestra cultura está feneciendo. Porque no tienen pelos los orienEn tales, los putos orientales. Porque ahorran en comunicación. No les hace falta hablar casi. Nosotros que somos descendientes de la cultura grecorromana, con el culto a las grandes chorradas, dice: los poemas, la música. Mahler le da mil vueltas a cualquier composición oriental. Somos incapaces de comprenderles.
Brasa va, brasa viene, resulta que la piba que vino a visitarle a las 5 de la mañana el día anterior es su dealer. Cristina. Por eso venía tan fresca y con pintas de no trabajar la noche, pero aun así yo pensé que era puta. Pero no, era su dealer, y qué tetazas tiene, se vienen abajo de pura enormidad, efecto gravitacional que tan bien nos describió en su momento Sir Isaac Newton. Pero había dejado a los tres mosqueteros solitos. ¿recuerdan? Malkovich, Cristina la de las tetas que pensaba que era puta pero era su dealer y el skater. Se fueron, según palabras de JM, al coche de alguno de ellos, no se si el Malkovich o Cristina, pero da igual, no es importante para la historia creo. Le invitaron una loncha al skater y todos para su correpondiente casa. Bueno, Cristina y JM se fueron juntos porque al llegar a casa se dieron cuenta de que el skater les había robado un pollo. Hay que ser gilipollas. Robarle a un camello. Desde luego que hay que ser muy imbécil. El le había avisado a Malkovich durante la noche que gustaba de robar cosas (sic). ¿Cómo que cosas? Cosas, sí. Voy a un sitio y si me mola algo lo cojo.
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En fin, que igual se come una paliza por gilipollas. Además se donde trabaja, pero mandándose la que se mandó no creo que vuelva a aparecer por el bar. Y encima le invité a dos cervezas para que mantuviera la tensión dramática con Andrés de Sabadell.
Bueno, por lo menos se donde trabaja.