-Cuenta
eso que ibas a contar, puto negro.
-Es
una historia jodida. Me he sentido como el camarero de Barfly ayer.
Pero más jodido porque no hubo peleas ni nada. Entró un señor con
pinta de mendigo al bar, chándal, unas zapas de moto y una chupa
Yamaha. Y que no se me olvidé, las gafas de sol de diadema en la
acbeza. En la mano, una bolsa de carrefour de las reciclables. Que
donde puede dejar sus enseres. Donde sea le responde mi compañera.
El bar estaba vacío.
Se
pide un vaso de pepermint (flipad) con dos hielos y una cerveza.
Comenta un par de jugadas con la camarera y le pregunto a ella que si
todo bien. Que si iba bien el tipo. Sí, es extraño pero todo bien
me responde ella. A la segunda consumición de pepermint y birra se
va a fumar afuera, ya se le estaba empezando a complicar al habla y
olía a petroquímica su aliento, así que decidí ir afuera mientras
fumaba y darle un poco de charla para que no le tocara las pelotas a
los demás escasos clientes que ya iban llegando. La calle, muda,
salvo por la voz de Andrés, así se llamaba el paisano, y yo.
-Qué
profesionalidad. Estás en todo.
-Ya. Cigarrillo.
Me convida. Le digo que no, pero porque yo no suelo fumar y aquel día
no pretendía que fuera la excepción. Compruebo que estaba pedo o en
un estado alterado de la personalidad que dirían las fuerzas de
seguridad y el orden: su habla no es clara y repite las frases
contantemente. Canta soy un truhán soy un señor, se la adjudica a
Joan Manuel Serrat, detecta un acento, vocifera que si Sabina es dios
en mi país, Serrat es Jesucristo. Asiento
con un gesto de cabeza. Le comento que a mi madre le encantaba
Serrat. A mi madre le encantaba Serrat.
-¿Era Elvis?
-No
era Elvis, era de Sabadell.
Todo
bien entre Andrés y yo. Nos vamos entendiendo. Todo esto, con el barrio
de Chamartín dormido y sin un coche en la calle. Porque todo el
mundo ahí esta de vacaciones, tienen pelas.
Andrés
de Sabadell, sargento en Afganistán, con un amigo uruguayo que se
las preparaba gordas. Muy majo pero muy mentiroso según su propia y
probablemente única versión que iba a escuchar yo de la historia.
A
partir de
ahí empezó a desmoronarse Andrés. Y yo a encajar la historia del
pobre Andrés, su historia.
Que
si en Afganistán estuvo 40 días sin comer. Que las kalashnikov son
mejores que las armas que tenían los españoles. Que si tuvieron que
robarle la comida a unos afganos amenazándolos de muertes. "Al
fin y al cabo son putos moros", se justificó. Pero era majo
Andrés. Me mostró todo su cuerpo cosido de cuando defendió a su
colega uruguayo en el ejército (?).
El
uruguayo, por lo visto, tenía miedo y no quería estar allí pero
Andrés le defendió con su arma y recibió cortes por todos lados.
No me llames sargento le repetía mientras el uruguayo estaba cagado
de miedo. Para
cuando Andrés defiende a puño y munición a su colega del cono sur
él y yo ya somos colegas.
Al
final de la charla y de su eterno cigarrillo veo una persona por la
calle. Imaginad, un deus ex machina en pleno trance de la brasa. Un
tipo de unos treinta y largos en apariencia, sin camiseta y con skate
por la puta avenida. Os recuerdo y para añadir algo más de tensión
que la escenografía de nuestra charla era ballardiana. Así que su
aparición fue como cada vez que aparecía una puta barcaza en
aquella peli tan mala de Waterworld.
Pobre
Kevin, se gastó un montón de pasta en aquel bodrio.
-
Waterworld
está muy bien porque todo el mundo es mar. No hay piscinas.
-
En fin, que llega este, lo reconozco a la distancia, es un cliente
de los pasadetes, se pone la camiseta y me dice que si puede tomarse
una cerveza y que si mañana puede pagármelas. Le digo que si,
porque para ese momento ya estaba yo jugado. Y, joder, me apetecía
hacer un "boxeo a tres bandas".
-
Le dijiste que sí porque era skater? Negro, esto es un suspense
insoportable. Parece un folletín por entregas,
-
Espera, me llaman al teléfono.
-
¡No puedor!
-
No, le dije que si porque así los dejaba a los dos hablando. Además
luego me di cuenta de que el martes anterior había estado con esa
actitud entregada (como si te metieras una cucharada sopera de speed,
cuatro monsters y tres rayas a la vez) pero poco nociva, que llega a
entretener pero sin doler, como una descarga de poco voltaje.
El
skater que es cocinero y tiene restaurantes (dice) me cuenta que
viene de grabar no se que mierdas con su crew (de skaters intuyo). A
su vez, Andrés contándome historias de la puta mili y de que su
vida es una mierda. No doy abasto pero intento concentrarme: ambos
merecen mi atención. La clave de la conversación, ahora que lo
recuerdo, estuvo en que el skater no tuviera pasta encima, ahí fue
donde Andrés se apiadó y empezó a sacar billetes, dos paquetes de
tabaco (quería regalárselos al skater) e invitarle a todo. El
skater no quería. Viendo el aspecto de Andrés, que estaba bastante
demacrado, hubiera sido una injusticia moral aceptar cualquier cosa
de él. Era él quien necesitaba ayuda.
Pues
eso, que saca un fajo de billetes: yo te pago todo chaval, qué
quieres, yo te invito. Si voy a un bar me pido un rioja y un bocata
así de grande (hace el gesto con la mano del tamaño de la polla de
Mandingo). Que yo te lo invito, pero a mi no me gusta la gente falsa,
lo veo en la mirada (sic). En la acción de sacar la pasta se le caen
dos pirulas. Y un billete de tren o autobús. Todo esto en la puerta
del bar, claro. El skater recoge las pastillas y el billete, le
ejecuta una mirada cómplice y se las devuelve. Hace un comentario
gracioso al respecto. Andrés toma el testigo pildoril y nos
advierte: son para la ansiedad. Yo no sé si aliviarme o que porque
ni bien acaba con su frase se las mete a palo seco. Recordemos que
venía de tomarse dos cervezas con pipermint, la bebida de los
champions. Y que ya venía oliendo a alcoholazo sin destilar.
Entramos
todos. Nos sentamos los tres alejados de los demás clientes, en una
esquina donde nuestra animada charla no confundiera a las parejitas y
señoras que habían venido a tomarse una copita. Andrés
emperrado en que tenía que pagarnos todo. Y nosotros: que no hombre,
que no.
En
un momento Andrés se cae por su propio peso y como estaba yo entre
medio del skater y yo, logramos amortiguar algo su ciada, se dio con
la cabeza en un apoya pies de metal: chichonazo. Hielo, lo acompaño
fuera pero para este momento no podía articular movimientos
decentes. los ansiolióliticos y el alcohol ya habían hecho lo suyo.
No sabía Andrés que pasaba en su cuerpo ni lo podía controlar.
Intenté calmarlo diciéndole que esa mezcla de pirulas y cervemint
era muy potente y que lo mejor era descansar.
Lo
acompañé a la puerta y me confesó ya en la calle que había venido
a ver a su madre que había muerto . Por eso venía ligero de
equipaje, por eso el billete de renfe en el bolsillo cuando se le
cayeron las pirulas, por eso la depresión... Le dije que se fuera a
un hotel o a un taxi pero que no se quedara por ahí vagando, con
esos billetes arrugados en la mano. Espero que no lo hayan
desvalijado. Antes de pirarse me repitió que la vida era una mierda.
Cuéntamelo a mi, atiné a decirle. ¿Te puedo dar dos besos? Si,
claro. Y no vi jamás a Andrés, desapareció por la avenida, como las
ganas de vivir tras las vacaciones.
11 comentarios:
¡Anda, un post! Voy a leerlo.
ñ_ñ
¿Quién es el marica con el que dialogabas, eh, Teres0?
Y esto?
Chapas
Chapero mas bien.
Puto negro, ya me has dejado movidico para todo el día.
Jajajaja
Siempre que veo un post de Tereso, me digo, vaya brasa me va a soltar. Pero luego me lo paso bien.
Por cierto, negro, abres el fanzine.
coño, el jevi...
¿Tienes un bar, negro?
APARISSIOOOOÓN
pura brasa vegetal, sin metales pesados.
Publicar un comentario