Cuándo:Hace un par de años.
Dónde: Antiguo barrio de Don Julito
Coordenadas exactas: Peluquería de Amílcar. Una mezcla entre la Posada del Fin del Mundo, la taberna galáctica de Beá y el Alonso Vega.
Peluquería de barrio. Extrarradio de Madrid. Barriada de absorción de, en su momento, inmigración de interior. Hoy en día, la ONU. Varios residentes del barrio de toda la vida sentados, en línea, contra la pared. Una gran cristalera se abre al exterior. Frente a los espejos, en sendas butacas de peluquería, dos varones subsaharianos, de color marrón virado al negro mate, tienen la cabeza forradita de papel albal bajo el cuál , una serie de productos de cuidado capilar hacen el milagro de la transubstanciación, convirtiendo estropajo azabache en rubio pollo. Ambos, impertérritos, contemplan su molón reflejo en el espejo, con pose entre rapera y tribal. El resto de la clientela pone cara de póker. De pronto, por la cristalera desfilan, como un catwalk depauperado, dos perlas del barrio: cuarentones, con esa voz ronca que deja el tabacazo y los licores poco destilados. Vacilones. Taxonomistas del defecto ajeno. Unos terminators de la pulla. Pasan mirando el interior. Reparan en las figuras de ébano. Se paran. Ponen las cejas en circunflejo y la boca en posición de "O" mayúscula. Se miran. Hablan. Se ríen. Uno de ellos mete la cabeza por la puerta abierta:
-"¿Amilcar?"
-"¿Sí?"
-"Controla, que se te están quemando las patatas"
Fundido en negro. Títulos de crédito.
sábado, 4 de septiembre de 2010
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5 comentarios:
A mí me parece una buena ocurrencia.
No lontendío
"Terminators de la pulla" XD
Momentazo guapo...la peluquería entera descojonaditos y los morenos irradiando ese bochorno del que no se entera muy bien pero barrunta que su entidad está sirviendo de solaz de los demás. Impagable.
Muy bien escrito,si.
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