Primeramente déjenme decirles que Porque te quiero data del 1968, y fue el primer corte editado por los Angeles Negros y el estreno de Germaín De la Fuente como cantante en disco, ya que la banda se sostenía sin vocalista hasta muy poco antes. Un año más tarde la canción daría su nombre al LP debut de la banda.
Porque te quiero es un canto a la deseperación más sufrida, al penar (que es un palabro de un preciosismo sin par), como nos canta Germain en la última estrofa. Pero qué ganas de trocear la canción como a una mortadela me entran cada vez que oigo esa voz que parece pedir una manta doble que aligere la hipotermia. El comienzo, ya se antoja prometedor con esa guitarra árida, que si no fuera porque ellos son de la provincia de Ñuble, ubicada en el centro de la lánguida Chile, se diría que esta apertura, por lo menos, nació del desierto de Atacama mismo o de algún western molón. Pero no, allí el ímpetu de la guitarra da paso al vibrato del tenor acompañado por las notas duraderas de la "organeta" que no hace otra cosa que rellenar de aflicción el amargo caramelo recubierto por una capa de desolación sin igual que nos regalan los Angeles. Un caramelo, amargo y duro, para chupar y no para morder. Ahí va la primera estrofa:
Porque mi corazon late
mas fuerte cuando te veo
el alma se me agiganta
cada vez que en ti yo pienso
porque mis tan solas noches
se me arrullan en lamento
me doy cuenta que eres tú
aquella a quien tanto quiero
La canción gira más o menos en torno a una especie de dualidad, nacida del amor a alguien e hiperbolizada por la emoción adolescente pero expresadas con términos del siglo de oro más o menos, reminiscencias de un pasado angustioso y febril. O quizás de alguna paranoia esquizoide, que todo puede ser.
Mas adelante, en la segunda y tercera estrofa, oímos:
Porque mi corazon llora
cuando te invade un tormento
y las estrellas no alumbran
tanto como tu recuerdo
porque entre mis pensamientos
siempre el tuyo va primero
y me entristecen tus penas
y me alegran tu contento
Aquí la trasmutación de sentimientos se agiganta (si me permiten que utilice los términos de nuestros Angeles) creo que su estética oscura y atormentada eran todo un adelanto para esa generación de posteriores cry babies, y tontirolis de la lágrima tatuada. Pero hay un cambio en el fraseo de Germaín al llegar la repetición de la estrofa: nuestro tenor amapuchado transmite ese recato a la hora de pronunciar por segunda vez las frases, como si se estuviera grabando al rojo vivo cada una de las palabras que le surgen de la laringe: "me entristecen tus penas y me alegra tu contento".
La cosa no termina ahí, porque el final es a plena cabalgada, bajando los Andes a todo trapo y sin ecalalas hacia el Pacífico. Un increscendo doloroso que equivale más a o menos al antiorgasmo, pero con una aceleración similar y repleto de épica. Qué de tormentos, habrán pasado éstos (por aquellos tiempos) jóvenes, seguramente, si detenemos la mirada y aguzamos el oído un poco en los títulos de algunas de las canciones interpretadas como Déjenme si estoy llorando, Murió la flor, Mi tristeza es mía y nada más, Días sin sol, Porque no pudo ser, el lector medio del pegamín ( yo lo adivino una cosa como entre funcionario de prisiones cruzado con un personaje atormentado de Corín Tellado) podrá intuir como los Angeles Negros fueron, son y serán la alegría de la huerta de Chile.