El Mito es el mejor bar de Madrid. Llevo mucho kilometraje de farra y es único bar que no perdono, que cae siempre (aunque cada vez me chuzo menos) La primera vez que fui estaba Javier Gurruchaga con una negra inmensa, y creo que eso me dio la medida del ambiente. Últimamente se ha vuelto muy mainstream, así que no vayáis, no merece mucho la pena. Pero en tiempos, y sobre todo entre semana, era una maravilla donde se juntaba lo mejor de cada casa, traficantes de armas (no sé cómo se distingue a un traficante de armas de un contorsionista, pero esto me lo contó un ex-camarero, y lo cuento para que conste), transexuales (por favor, no veáis la inclusión en la lista como una prueba de mi odio) y proxenetas con sus prostitutas, pero en horario no laboral, a la hora del bocadillo, vamos. Mucha gente de Bulgaria y Rumanía, en definitiva.
Me cuesta contar lo siguiente, pero es un sucedido que me mola. A la gente le gusta que le cuenten cosas en que a) el prota quede bien pero te puedas sentir identificado o b) el prota quede mal pero en plan graciosete (tipo Mr. Bean, un poner) Nones. Nada que me redima por aquí, no hay nada epatante, pero quiero plasmar aquí esta nota de costumbrismo madrileño.
Me tiraba a una gordita de visita en Madrid. Si os parece mal desde un punto de vista estético, es que dais más importancia al sentido de la vista que al del tacto, y MAL. Pero me caía muy mal, y estaba en modo cabrón que te cagas, forzándolo todo, jugando bonito, gol olímpico o nada. Y ahí estábamos, en el Mito, a última hora, mi colega Álex, ella y yo. Y le digo que si quiere trío con alguna que me líe por ahí, que muy bien, pero si no, que nada de nada. Y efectivamente, me lío con una chilena que daría para otro post cuyo teaser trailer incluye la desvirgación de una abuela (!!!!), pirándome a casa y dejándola en el disco pub Mito's con mi tronco Álex. Así que lo que sigue lo sé por segundas.
La gordi se quedó llorando con mi colega, al que todos los del bar miraron como a un cabrón, como al causante de la situación. Entablaron conversación con un chaval de los que andaban por allí. Muy majo, según cuentan. En un momento de la noche, este tío estupendo le comentó a Álex "Oye, tu colega parece que no quiere follar, ¿querrá que le pague o algo?". A lo cual Álex, también con hambre de gol, contestó "Joder, no sé, pero no pierdes nada por intentarlo, ¿no?" Aquí hay una laguna y ya están los dos solos, mi colega y el desconocido. Que necesita ir al baño. En los baños del Mito's hay unas esculturas de porcelana que no se sabe muy bien para que sirven, pero en los de tíos se va a que te hagan pajas y hacérselas a otros y en los de tías a que te la chupen e invitar a droga, normalmente eventos correlacionados, en un baño y en el otro.
Así que el tío elige el baño de tías, porque el sexo de los aseos no importa, si no su función, y se posiciona en el lavabo, a la salida del WC, donde (presumiblemente) está teniendo lugar una boda o algo así. Y sale el varón, y dos minutos después la hembra, haciéndose la digna. Y el enrollao del sexo previo pago acerca pelvis a la chica que sale del WC. A lo cual la chica le responde, indignada y repasándose la frente: "¿Qué pasa, tengo un cartel en la frente que dice "follo gratis" o qué?"
Mostrando entradas con la etiqueta Bares qué lugares tan gratos para recordar. Mostrar todas las entradas
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martes, 11 de octubre de 2011
miércoles, 4 de agosto de 2010
Gran Reserva Pegamin: Antón Martín (1)
"Hay más bares en Antón Martín que en toda Noruega" (Joaquín Sabina)
Si alguna vez han visitado el madrileño Barrio de Huertas, también conocido como Barrio de Las Letras (o Barrio Cervantino o de Las Musas) habrán pasado por la plazuela de Antón Martín, la cuál está colocada interrumpiendo el discurrir de la calle Atocha de una manera amorfa, casual, casi como si la hubiesen dejado caer al azar desde lo alto.
-"Nos sobra una plaza, señor"
-"¿Cuál?"
-"La contrahecha, señor. La de la Farmacia El Globo y los bares churrosos. Dónde la ponemos"
-"Pufffffffffffffffffff....yo que sé..........soltadla ahí mismo"
De hecho nadie repararía actualmente en que es una plaza si no lo pusiera en la placa correspondiente. Es más bien un ensanchamiento de la calle Atocha. No tiene forma de plaza. Ni una uniformidad en su organización que nos haga darnos cuenta de que dejamos de pisar la calle Atocha para zambullirnos en la plaza, dar un par de brazadas, emerger en la orilla contraria, y continuar por dicha calle. No es si no una serie de raquetas y bordillos, con un kiosco de periódicos, una boca de Metro que huele a cuco y una serie de figones mugrientos con una parroquia digna de la taberna de la primera entrega de la Guerra de las Galaxias. Ah! también hay una farmacia y, ahora, muchas vallas delimitando un respiradero de la nueva línea subterránea de Cercanías Atocha-Chamartín...un rinconcito recoleto y coquetón para turistas del lado casposo.
Antiguamente debió ser una plaza como Dios manda ya que albergó el Hospital de Nuestra Señora del Amor de Dios (fundado por el religioso Antón Martín, y conocido popularmente por este nombre, de ahí su denominación actual) para la curación de enfermedades venéreas y contagiosas. Imagino que en aquellos tiempos y con esos medios el sitio sería como el agujero negro de Calcuta. Como uno se ha educado con referentes como Poltergeist seguro que es uno de los focos del mal rollo y las vibraciones chungas que, aún hoy, irradia el lugar. El segundo vórtice de negrura y maldad lo tenemos un poquito más arriba, en la calle Relatores, guarida del malvado Joaquín Sabina, el agujero negro de mal rollo con las uñas más coriáceas del Reino Animal. Tendría que dar los conciertos tocado con un capuchón de cetrería y posado en el brazo de un señor.
De todas maneras, si quieren documentarse sobre la historia de Madrid se me compran un libro o se apuntan a una de esas excursiones chorras que organiza el consistorio, como "El Madrid de Alatriste". Yo lo que les venía a contar no era la historia de la plaza sino una noche que pasé, no hace mucho, explorando los cutrísimos bares de la zona y alternando con el personal que lo frecuenta. ¿Han visto "Carnivale"? Pues son unos señores de Cuenca comparados con el paisanaje de la zona. ¿Conocen "Las Hurdes: tierra sin pan", el documental de Buñuel? Pues la peña que salía ahí son como modelos de la Agencia Élite comparados con los tipos humanos que alternan por Antón Martín. Y en cuanto a sexualidad alternativa mejor no hablamos. ¿Qué dicen por la tele? ¿que Chueca es el barrio gay? Pues sí, Chueca debe ser el barrio gay pero ésta otra zona debe ser el Barrio Bujarrón porque la afluencia de agüelos, con zapatos de rejilla, borrachos perdidos y tifosis de la copla es preocupante....y estos no huelen a Roberto Cavalli Parfum precisamente...
La elección del lugar no fue premeditado. No vayan a pensar en mí ahora como un freakhunter o algo así,que no...que bastante he tenido con los que mi barrio, y la vida, me ha ido poniendo delante. En un principio mis acompañantes y yo íbamos a ver a Faemino y Cansado pero las entradas llevaban agotadas, calculo, desde que se nos ocurrió ir. Dado que nos vemos poco y que ya habíamos comprometido la noche, tuvimos la feliz idea de irnos a tomar unas copas y a ponernos al día de nuestras cosas. Y dónde quedamos? En Atocha. Y hasta donde llegamos? Hasta Antón Martín (para la gente de otras localizaciones aclarar que entre la estación de Atocha y la plaza de Antón Martín debe haber como 400 metros). Vaya aventurón, qué no?
Primera parada: Bar ¿?, un poquito antes de llegar a la plaza. No recuerdo como se llamaba pero su decoración, camarero y parroquianos es un recuerdo que no podrá arrebatarme ni el Alzheimer. Nada más llegar ligamos con la go-gó del garito: un señor muy delgado, alto, de edad imprecisa pero venerable, con un moco de quinceañero y hablándonos en alguna lengua ignota, como si fuese un sacerdote de Nyarlathotep.
Cuando me centré un poco descubrí que nos hablaba en algún tipo de castellano extraño, customizado por una borrachera antológica y, sobre todo, por el hecho de que era Bidente (antes de que alguno se anime a cantar la corrección ortográfica he de aclararles que es estrictamente correcto: tenía dos dientes). Por lo poco que pude entender era un metalhead de la copla y, casualmente, de los cantantes más "sensibles". Yo, cortesmente, por darle conversación y con el respeto debido a sus canas, de manera jocosa, le lanzaba pullitas sobre la condición setsual de, por ejemplo, Bambino, al tiempo que, viendo lo fans que era, para agradarle, le comparaba con su persona. Y él, venga a pegar voces y a hacer aspavientos. Yo estaba un poco apurado porque se le doblaba el cuello como a los bebés mientras, en una lengua que debía ser antigua ya en Babilonia, desgranaba recitados en los que se adivinaba, de tanto en tanto, algún vocablo conocido: "invítame", "cerveza", "guapos", "bambino" o "oleoleoleole". Si bien su compañía nos resultaba más que grata a la media hora sus espasmódicos ademanes, su jerga y el hecho de que se arrimaba más que El Juli, nos tenía ya, ligeramente, hasta la mismísima punta de la polla. Yo estaba un poco agobiado porque, unos días antes, en las inmediaciones de Conde-Duque (en los comments de éste su blog amigo está la historia), en un bareto, disfruté de los lascivos bailes de un fanático de la Paquera de Jerez, también con una borrachera cum laude, que, como una odalisca, inflamó los ánimos de la concurrencia masculina y soliviantó a los cachorritos del Icade que pasaron del reírse a voces a la vergüenza ajena en 6 ó 7 compases, acompañados de movimientos de lengua setsi. Entenderán que mi paranoia estaba en DefCon3. ¿Qué pasa conmigo? ¿Acaso vivo en "Cantares" o en "El Corral de la Morería"? ¿Soy víctima de un Matrix marica y cañí?
En el bareto, aparte de nuestro amigo había, para nuestro regocijo, un impersonator de Chiquito de la Calzada, igualito, igualito: patillas, puntas abiertas en su tomito largo, calvorota total por arriba, botines chúpame-la-punta que ni de Carnaby Street, camisa garajera con paramecios cantosos y pantaloncitos de mezclilla. A diferencia del tan querido (en mi casa) cómico, éste señor era muy serio y estaba pendiente de la tele, no entrando a participar en nuestra "mesa camilla" en ningún momento.
A nuestra derecha, unos currelas de los que alternan con Dyc-cola desde las 5 de la tarde, nos avisaban de que nuestro nuevo amiguito "Escalofríos" era particularmente pesado y que, si no le echábamos de la pandilla, íbamos a acabar rompiéndole el gepeto por puritita desesperación. Él, dijeron, como un niño, era incansable (la verdad es que en 40 minutos, con ese azogue que llevaba dentro había hecho más ejercicio que yo en toda mi vida). "?Por qué creéis que no le quedan dientes? Bwa-ha-ha-ha-ha" Tras ésta declaración mi paranoia se puso ya en Defcon2 aunque por otros motivos: los simpáticos currelas, 3, tenían, también, menos dientes que una culebra de agua. Uno de ellos parecía el primo de Shane McGowan. ¿Qué cojones pasaba en ese bar? ¿Había una epidemia de piorrea?
Un par de cañas después, dos empujones de cadera al Bidente, quién (que razón tenían los currelas) cada vez se ponía más a lo Nuria Espert , y un paseíllo a dos señoritas strippers del Sex-Shop de enfrente, que consiguieron que el impersonator de Chiquito apartara la vista de la tele, se arrancara los ojos y, con efecto, los tirara con pericia a través del bar para encestarlos en el canalillo de una de ellas, donde se quedarían, a gustito, un largo rato.
Revitalizados tras las cañas, habiéndonos hecho grandes amigos de la concurrencia, prometiendo volver y estrechando manos mientras palmeábamos, virilmente, hombros y espaldas, nos despedimos, no sin pena, para continuar hacia algún paf de personas normales o, en su defecto, un bar de rock.
Ah! qué ilusos!
(Continuará...o no)
-"Nos sobra una plaza, señor"
-"¿Cuál?"
-"La contrahecha, señor. La de la Farmacia El Globo y los bares churrosos. Dónde la ponemos"
-"Pufffffffffffffffffff....yo que sé..........soltadla ahí mismo"
De hecho nadie repararía actualmente en que es una plaza si no lo pusiera en la placa correspondiente. Es más bien un ensanchamiento de la calle Atocha. No tiene forma de plaza. Ni una uniformidad en su organización que nos haga darnos cuenta de que dejamos de pisar la calle Atocha para zambullirnos en la plaza, dar un par de brazadas, emerger en la orilla contraria, y continuar por dicha calle. No es si no una serie de raquetas y bordillos, con un kiosco de periódicos, una boca de Metro que huele a cuco y una serie de figones mugrientos con una parroquia digna de la taberna de la primera entrega de la Guerra de las Galaxias. Ah! también hay una farmacia y, ahora, muchas vallas delimitando un respiradero de la nueva línea subterránea de Cercanías Atocha-Chamartín...un rinconcito recoleto y coquetón para turistas del lado casposo.
Antiguamente debió ser una plaza como Dios manda ya que albergó el Hospital de Nuestra Señora del Amor de Dios (fundado por el religioso Antón Martín, y conocido popularmente por este nombre, de ahí su denominación actual) para la curación de enfermedades venéreas y contagiosas. Imagino que en aquellos tiempos y con esos medios el sitio sería como el agujero negro de Calcuta. Como uno se ha educado con referentes como Poltergeist seguro que es uno de los focos del mal rollo y las vibraciones chungas que, aún hoy, irradia el lugar. El segundo vórtice de negrura y maldad lo tenemos un poquito más arriba, en la calle Relatores, guarida del malvado Joaquín Sabina, el agujero negro de mal rollo con las uñas más coriáceas del Reino Animal. Tendría que dar los conciertos tocado con un capuchón de cetrería y posado en el brazo de un señor.
La elección del lugar no fue premeditado. No vayan a pensar en mí ahora como un freakhunter o algo así,que no...que bastante he tenido con los que mi barrio, y la vida, me ha ido poniendo delante. En un principio mis acompañantes y yo íbamos a ver a Faemino y Cansado pero las entradas llevaban agotadas, calculo, desde que se nos ocurrió ir. Dado que nos vemos poco y que ya habíamos comprometido la noche, tuvimos la feliz idea de irnos a tomar unas copas y a ponernos al día de nuestras cosas. Y dónde quedamos? En Atocha. Y hasta donde llegamos? Hasta Antón Martín (para la gente de otras localizaciones aclarar que entre la estación de Atocha y la plaza de Antón Martín debe haber como 400 metros). Vaya aventurón, qué no?
Primera parada: Bar ¿?, un poquito antes de llegar a la plaza. No recuerdo como se llamaba pero su decoración, camarero y parroquianos es un recuerdo que no podrá arrebatarme ni el Alzheimer. Nada más llegar ligamos con la go-gó del garito: un señor muy delgado, alto, de edad imprecisa pero venerable, con un moco de quinceañero y hablándonos en alguna lengua ignota, como si fuese un sacerdote de Nyarlathotep.
Cuando me centré un poco descubrí que nos hablaba en algún tipo de castellano extraño, customizado por una borrachera antológica y, sobre todo, por el hecho de que era Bidente (antes de que alguno se anime a cantar la corrección ortográfica he de aclararles que es estrictamente correcto: tenía dos dientes). Por lo poco que pude entender era un metalhead de la copla y, casualmente, de los cantantes más "sensibles". Yo, cortesmente, por darle conversación y con el respeto debido a sus canas, de manera jocosa, le lanzaba pullitas sobre la condición setsual de, por ejemplo, Bambino, al tiempo que, viendo lo fans que era, para agradarle, le comparaba con su persona. Y él, venga a pegar voces y a hacer aspavientos. Yo estaba un poco apurado porque se le doblaba el cuello como a los bebés mientras, en una lengua que debía ser antigua ya en Babilonia, desgranaba recitados en los que se adivinaba, de tanto en tanto, algún vocablo conocido: "invítame", "cerveza", "guapos", "bambino" o "oleoleoleole". Si bien su compañía nos resultaba más que grata a la media hora sus espasmódicos ademanes, su jerga y el hecho de que se arrimaba más que El Juli, nos tenía ya, ligeramente, hasta la mismísima punta de la polla. Yo estaba un poco agobiado porque, unos días antes, en las inmediaciones de Conde-Duque (en los comments de éste su blog amigo está la historia), en un bareto, disfruté de los lascivos bailes de un fanático de la Paquera de Jerez, también con una borrachera cum laude, que, como una odalisca, inflamó los ánimos de la concurrencia masculina y soliviantó a los cachorritos del Icade que pasaron del reírse a voces a la vergüenza ajena en 6 ó 7 compases, acompañados de movimientos de lengua setsi. Entenderán que mi paranoia estaba en DefCon3. ¿Qué pasa conmigo? ¿Acaso vivo en "Cantares" o en "El Corral de la Morería"? ¿Soy víctima de un Matrix marica y cañí?
En el bareto, aparte de nuestro amigo había, para nuestro regocijo, un impersonator de Chiquito de la Calzada, igualito, igualito: patillas, puntas abiertas en su tomito largo, calvorota total por arriba, botines chúpame-la-punta que ni de Carnaby Street, camisa garajera con paramecios cantosos y pantaloncitos de mezclilla. A diferencia del tan querido (en mi casa) cómico, éste señor era muy serio y estaba pendiente de la tele, no entrando a participar en nuestra "mesa camilla" en ningún momento.
A nuestra derecha, unos currelas de los que alternan con Dyc-cola desde las 5 de la tarde, nos avisaban de que nuestro nuevo amiguito "Escalofríos" era particularmente pesado y que, si no le echábamos de la pandilla, íbamos a acabar rompiéndole el gepeto por puritita desesperación. Él, dijeron, como un niño, era incansable (la verdad es que en 40 minutos, con ese azogue que llevaba dentro había hecho más ejercicio que yo en toda mi vida). "?Por qué creéis que no le quedan dientes? Bwa-ha-ha-ha-ha" Tras ésta declaración mi paranoia se puso ya en Defcon2 aunque por otros motivos: los simpáticos currelas, 3, tenían, también, menos dientes que una culebra de agua. Uno de ellos parecía el primo de Shane McGowan. ¿Qué cojones pasaba en ese bar? ¿Había una epidemia de piorrea?
Un par de cañas después, dos empujones de cadera al Bidente, quién (que razón tenían los currelas) cada vez se ponía más a lo Nuria Espert , y un paseíllo a dos señoritas strippers del Sex-Shop de enfrente, que consiguieron que el impersonator de Chiquito apartara la vista de la tele, se arrancara los ojos y, con efecto, los tirara con pericia a través del bar para encestarlos en el canalillo de una de ellas, donde se quedarían, a gustito, un largo rato.
Revitalizados tras las cañas, habiéndonos hecho grandes amigos de la concurrencia, prometiendo volver y estrechando manos mientras palmeábamos, virilmente, hombros y espaldas, nos despedimos, no sin pena, para continuar hacia algún paf de personas normales o, en su defecto, un bar de rock.
Ah! qué ilusos!
(Continuará...o no)
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