A mí todo esto de Al Qaeda y el terrorismo y tal me da que pensar. A lo mejor soy un poquito paranoico, puede ser, puede ser, pero me parece raro que unas personas tan malas que tienen tantas ganas de matar no lo hagan más y más a menudo.
Se supone que estos terroristas son personas que sólo viven para el mal y para matar infieles, y que sólo la competente acción internacional y policial les frustra en sus objetivos. Pero no sé, porque a mí siempre me ha parecido que matar es muy fácil. O sea, yo ahora me asomo por la ventana y tengo abajo ahí en el banquito a unos chavales, que están de verdad ahora, ahí mismito, así como reposando el verano. Pues nada, si yo quisiera ahora mismo lanzaba una jardinera por la ventana y les abría la cabeza. Que da miedito pensarlo, ¿eh?, lo fácil que es hacer el mal. Me ha venido la idea y con ella un escalofrío, como una cosa así de repeluzno y de vértigo del libre albedrío. Un segundo de locura o de mala uva y pum, dos muertos.
O sea, que estaríamos indefensos ante la verdadera intención homicida. Y que no haría falta tanta tecnología, ni aviones, ni pistolas, ni infraestructuras, ni aparatos logísticos ni nada de nada. Sólo unos cuantos musulmanes con sed de cruzada, asomados a un balcón, que dejaran caer un geranio. Así de sencillo, así de tonto. Un montón de moros malos coordinados para lanzar tiestos por la ventana tal día y tal hora. Sería una noticia de alcance y digna de verse. Pero claro, una cosa así dejaría a la gente muy loca, confusa y con disonancias cognoscitivas graves, y ya nadie creería en el Orden ni en la Ley, ni siquiera en la Selección Española.
Así que seguirán los miedos a las bombas, seguirán los penitentes descalzos de los aeropuertos y aquí paz y después gloria.
24 comentarios:
Eso triste, tu dales ideas.
Yo también he pensado en lo fácil que es Triste...cosa que me acojona porque todos los psychos de manual empiezan pensando eso
Una cosa es pensar eso y otra volarlo, como hice yo.
Yo nunca lo había pensado hasta hace unas semanas. Estaba parando en casa de un amigo que vive en una preciosa estructura que reivindica ese modelo arquitectónico tan cañí, la corrala, y según sales del ascensor te encuentras con un pasillo de un metro de distancia, luego la baranda y tras ella el vacío: cinco pisos de profundidad, la sima de la construcción, un patio asceta sin más ornamentos que
las cudrículas de las baldosas. Muy cisterciense era aquello.
No suelo tener vértigo, pero otro amigo, un poco paranoico él, me comentó que le daba cierto yuyu ese espacio entre el suelo del pasillo y la puerta del ascensor. "Me da la impresión de que te vas a caer" me decía con la boca entreabierta. Yo nunca me había detenido a pensar en pensado en las infinitas posibilidades de aquel agujero. Pero claro, pasados unos días y por obra y gracia de la autosugestión osmótica que tantos resultados me ha dado en la invención de diversas enfermedades y visiones de mi supresión vital, me indujo a imaginar que habría una de esas personas que se cansan de todo y te matan aleatoriamente esperando justo en la puerta del ascensor del quinto piso. Unas veces con un enorme palo de algarrobo, otras con un cuchillo, en otra con una habilidad innata para las artes marciales me arrojaba no sin facilidad al abismo.
Sí, una de esos seres que después en el telediario son reconstruidos por sus vecinos y conocidos como una persona maravillosa y un cabeza de familia ejemplar.
Madre del Amor Hermoso...qué parroquia
Pero si es verdad Don Julio. La peña está muy colgada, y uno entra primero en una disyuntiva pero acaba por ceder a la fuerza centrípeta de la idiocia.
Leyendo estas cosas me viene a la cabeza Smoking Room. Qué buena película y qué buenos actores.
Eso de andar tirando basura a la calle me parece una cerdada, la verdad.
Anda, que si fueran pulpos no dirías lo mesmo, sabandija.
Que vayas andando por la calle y te caiga un pulpo en la cabeza también tiene que ser digno de ver. Yo creo que sale en algún Mortadelo, además.
lo más bonito es que se te cague un pulpo volador de esos que abundan por las antípodas de la cordura
Yo acallo mis ánimos homicidas echando unas risas con The Happy Tree Friends
Happy tree friends son demasiado inquietantes para mi, aunque a la muchachada parece gustarles
A mí si me tiran un pulpo que sea a feira y ya que aprovechen y tiren media botella de ribeiro y unas cintas de Andrés Do Barro
Y un poquiño de fariña pal postre... que no falte
pues los granos reventaos de do barro seguro que son tóxicos como la baba de un alien
Pues yo recuerdo en mi pueblo que encontramos una caja de pulpos podridos y cogimos el más gordo, una bestia de varios kilos, y se lo pusimos a un menda en la cabeza. Que bien lo pasemos.
qué bestias son los humanos
Así es Don Triste. Es una gran película. Y aunque todos los diálogos me parecen imprescindibles, me llamó la atención como todo el mundo quiere jugar de 9 en el partidito de fútbol del sábado. Todos quieren ser el bobo Vieri, Mario Kempes o un Toto Schilacci 2.0. Romper porterías, lograr el reconocimiento y ser individualistas dentro de un juego colectivo.
Porque un correoso trabajador del mediocampo no daría notoriedad, aún siendo el eje y la rueda de auxilio, la columna vertebral de la empresa futbolística, o un pulpo atrapabalones. Mejor catenaccio y Dios de 9, el sacrificio cristiano (no Ronaldo), los buenos samaritanos en pos de un iluminati, ese solitario prohombre que vagabuendea montaraz por el área ajena tratando de pescar algo, un poco como Lee Marvin en Infierno en el Pacífico, y que le permita ser el Zeus del deporte balompédico y tal vez de la vida en general.
El diálogo sobre el deporte rey en el que cada uno quiere satisfacer sus intereses individuales en detrimento del pringado que quiera ir de arquero y el valor del fútbol en la película es una grandiosa metáfora sobre el discurrir humano desde hace unos siglos hasta nuestra parte. Se vende un recreamiento grupal, pero la gloria es para uno. Uno entre millones peleando en ese simulacro vital llamado fútbol, trabajo o familia corleone. O dos, salvo en el último mundial, excepción gozosa del triunfo colectivo y solidario, un documental que podría haber sido filmado por la mismísima Leni Riefenstahl.
Al final todos estamos solos, Pablito.
(Hay que ver qué comentarista más aplicado.)
aspirante a becario, seguro, si son todos unos lewiskis
El Gran Lewiski, otra película muy recomendable.
Estamos rodeados de psicópatas, según la estadística uno o dos deben andar por aquí mínimo -aunque es parte del encanto del Pegamín-; la fina línea que separa la psicopatía del ser un españolito decente es light. Un día estás leyendo a Cioran y al día siguiente te preguntas dónde escondes los restos de ese pastelero que un día te puso el croissant de la derecha y no el de la izquierda, que era el que querías. Y recordad amiguitos, sed lo suficientemente simpáticos para caer bien y lo suficientemente fríos para no formar parte del microcosmos de ese vecino soltero, de pelo grasiento y mil años que pasea un pomeranian y vive en el quinto con su madre, que a lo peor tiene forrada la pared de su cuarto con imágenes vuestras y ha cavado el hoyo pertinente en el jardín de la casita de Oropesa.
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