lunes, 28 de mayo de 2012
domingo, 27 de mayo de 2012
Videoclips que dan mucha cosita (IV)
Como un Batman follador y amigo del alita de mosca y un Robin de trapo y resina barnizada manejado por una mente maestra de Cuenca .
Un dinámico dúo que aúna canción ligera y humor del bueno, melodías atorrantes y chistes de vergüenza ajena, pasión por el estupro y ventriloquia de todo a 100.
Casi movía más la boca Mari Carmen que el mismísimo Yulio.
Dos avatares de la década de los 70 para hispanohablantes. Dos avanzadillas que mandamos a Latinoamérica a acabar el trabajo que empezaron Pizarro y Cortés. Dos titanes del mal rollo: él, Iulio, una entidad anaranjada, con el puto guantelete del destino dándole chicha a la próstata, capaz de follarse el equivalente a la población de Talavera de la Reina, en el arco temporal que abarca desde la lesión que le apartó de los estadios hasta el momento en que el neurólogo le dijo que dejara el Cialis. Ella, una señora con pinta de auxiliar administrativo, voz bronca, como del que gusta de tomar alcoholes de alta graduación, nula gracia y que era ventrílocua porque ella lo decía y porque siempre llevaba un muñeco ensartado en el brazo: la vieja cotilla, el marica de pueblo y el chulo castizo. Hoy en día podría abundar en el cura pedófilo, el cani de barrio o el tertuliano del corazón.
Un dueto de escándalo, puro glam, con público de señoras que ora se ríen histéricas, ora se relamen los labios fantaseando con Hulio obligándolas a recibir su cálida simiente en zonas insospechadas.
Dos figurines. Ella, una especie de malvavisco temblón vestida de cabaretera. Él, un risketto vestido de agente secreto con la polla llena de amor y prótesis de cerámica.
Los dos juntos: el HORROR.
Bonus Track:
¿No parece acaso un anuncio contra la droga?
Nótese que, como si fuera de Pegamin, Iulio tiene palabras de agradecimiento para los anónimos.
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Videoclips que dan mucha cosita
sábado, 26 de mayo de 2012
jueves, 24 de mayo de 2012
miércoles, 23 de mayo de 2012
Bares periféricos pegamin II: El horror de Ibias
Como ya he dejado meridianamente claro en diversas confesiones en el FS soy un joven de procedencia rural y lo que los jóvenes heteruzos de procedencia rural hacen cuando se aburren es a) cometer actos contranatura b) matar animales pequeños c) intoxicarse o d) ir en coche a destinos remotos donde podrán cumplir los tres puntos anteriores.
Nos situamos en una aburrida tarde de otoño, el cielo lleva gris dos meses y no tiene pinta de ir a cambiar en otros dos excepto para llover.
La hoja de ruta para el fin de semana es clara y concisa: subir a las montañas en una vieja c-15 parando a beber un vino en cada bar del recorrido.
Un objetivo noble, beber hasta perder la consciencia y morir en un aparatoso accidente de circulación o de hipotermia en un prao y unos medios claramente insuficientes: 20 euros por cabeza y una c-15 de dos plazas para 5 personas.
La comarca ha sido extraordinariamente bien tratado por los fondos europeos sin lo cuales probablemente seguiría en el siglo XIX.
Una desoladora sensación de vacío existencial y horror me embarga siempre que la visito y no puedo evitar acordarme del monte Medulio (seguramente situado en la zona), de como este lugar bien pudo el Vietnam de unos pobres legionarios romanos y de un poeta local:
Caminar entre sombras es lo mismo
que dar vueltas por sendas mal seguras
en el fondo sin fondo de un abismo.
Juntando a la verdad mil conjeturas,
veía allá a lo lejos, desde el coche,
agitarse sin fin cosas oscuras,
y en torno, cien especies de negruras
tomadas de cien partes de la noche.
¡Calor de fragua a un lado, al otro frío!...
¡Lamentos de la máquina espantosos
que agregan el terror y el desvarío
a todos estos limbos misteriosos!...
¡Las rocas, que parecen esqueletos!...
¡Las nubes con extrañas abrasadas!...
¡Luces tristes! ¡Tinieblas alumbradas!...
¡El horror que hace grandes los objetos!...
¡Claridad espectral de la neblina!
¡Juegos de llama y humo indescriptibles!...
¡Unos grupos de bruma blanquecina
esparcidos por dedos invisibles!
¡Masas informes..., límites inciertos!...
¡Montes que se hunden! ¡Árboles que crecen!...
¡Horizontes lejanos que parecen
vagas costas del reino de los muertos
¡Sombra, humareda, confusión y nieblas!...
¡Acá lo turbio..., allá lo indiscernible!
Hay un par de comunas jipies fundadas en los 70 en las que sobreviven mujeres alemanas de mediana edad y algunos jipis old school. Sobre el tema se estrenó hace poco la película Vilamor, un claro NLHVNLV.
En tiempos hubo cantidades ingentes de oro explotadas (literalmente) por los romanos y minas de wolframio explotadas por los alemanes durante el III Reich.
Los crímenes sanguinarios no son comunes pero están continuamente presentes en el imaginario colectivo.
Los suicidios sin embargo sí son comunes pero se evita hablar de ellos. El triángulo dorado, exótico nombre dado por mi para atraer el turismo, es la 4ª o 5ª zona con más suicidios de Europa occidental. Curiosamente no aparece en la mayoría de rankings ya que muchos de estos suicidios se hacen pasar por muerte natural o accidente para poder cobrar subsidios y seguros. Este es un tema muy evitado del cual solo he encontrado referencias en libros y revistas de los 70-80 y en Cuarto Milenio.
A las 5 horas de viaje nuestros pronósticos eran buenos, el vino a 45 céntimos había supuesto un desahogo económico y solucionamos el problema de espacio metiendo a tres personas en la caja de la furgoneta, nos habíamos bañado desnudos en un río casi helado bajo un puente romano y habíamos visto un jabalí.
Ese mismo día tenía lugar un boda entre dos familias importantes en alguna remota parroquia con lo que en cada bar nos preguntaban si eramos del mozo o de la moza, contestando en cada bar una cosa distinta.
Otra actividad connatural a los heteruzos rurales es hacer el gañán hasta extremos inimaginables de vergüenza ajena lo cual provocaba que cuando sonaba alguna canción de nuestro agrado nos parásemos en medio de la carretera y saliéramos del coche a bailar. En una de estas coreomanías casi somos atropellados por un coche así que comenzamos una persecución digna de las tomas falsas de Drive que acabó, por casualidad, en un poblacho cercano a San Antolín de Ibias, uno de los "núcleos urbanos" de la zona.
La aldea constaba de unas 20 casas, más de la mitad en ruinas. Un imponente palacio con capilla barroca que obviamente había vivido tiempos mejores albergaba en el ala menos derruida un pequeño bar. Tras descubrir que era un bar (no había ningún tipo de cartel, el único indicador eran una mesa y sillas descoloridas de cocacola) entramos para la consumición de rigor.
Entonces no había visto la matanza caníbal de los garrulos lisérgicos ni las colinas tienen ojos y era joven e ingenuo, hoy me lo pensaría dos veces antes de entrar en un lugar que guarda tantas similitudes con la tienda de comestibles de Dunwich.
Tras acodarnos en la barra a esperar que nos sirvieran apareció un toli corriendo y medio gritando una letanía ininteligible, dándonos el puto susto del siglo. Cuando nos vio se quedo muy callado de repente y fue corriendo a la "trastienda". Mientras tanto descubrimos que el cubo de fregona que había sobre la barra estaba lleno de un coctail de frutos secos nobles (nueces, avellanas, almendras y kikos) y comenzamos a dar cuenta de él.
A los 5 minutos apareció el camarero cogiendo al toli por el antebrazo y dijo que solo había cerveza y viño de la casa con lo que pedimos viño para todos.
El vino era un tinto local absolutamente infame con cosas flotando más cercano al sulfato puro que al Don Simón.
El camarero era un individuo medio jorobado, de unos 70 años, bastante sucio y con esa pluma soterrada que tienen los antiguos maricas de pueblo.
Tras unos 15 minutos de tensión extrema en los que único que se escuchaba era el crujido de los frutos secos y las letanías del subnormal, cuando ya pensábamos irnos el camarero nos invitó a todos a una cerveza solo dios sabe con que oscuros propósitos. La conversación empezó, como no, preguntándonos si íbamos a la boda (aquí contestamos que no, que estábamos de turismo), aliviado al saber que no nos contó todo tipo de escabrosas historias sobre la rivalidad histórica entre la dos familias y como su rivalidad se remontaba a unas lindes en los años 40. Eso y que la novia era una puta "foi a ovedo catro anos e non fixo nada mais que gastar os cartos" y el novio estaba metido en la madera y el neo-esclavismo de brasileños.
Durante la charla una vaca intentó entrar en repetidas ocasiones al bar y el subnormal la echó corriendo detrás de ella con un palo todas ellas.
En un momento dado alguien soltó un sonoro COÑO y fue el único momento en que la vieja dejó de rezar (o dormitar) y nos miró fijamente durante unos segundos.
Al cabo de tres horas era noche cerrada y estábamos demasiado borrachos así que preferimos arriesgarnos a volver a la furgoneta antes de que el viejo nos ofreciera alojamiento en su casa. Por lo pronto se ofreció a acompañarnos hasta el coche "por se non o encontrades que é escuro" y nos invitó la mitad de las consumiciones (unas 50 tazas de vino y unas 10 cervezas por 15 euros). Cuando ya estábamos arrancando apareció corriendo y nos dio una bolsa de papel llena de frutos secos para el viaje y nos dijo que a ver cuando volvíamos a subir a visitarle.
Tristemente estábamos tan borrachos cuando llegamos / huimos del pueblo que ninguno de los participantes recordamos como se llamaba ni sabemos llegar.
Al cabo de una hora de dar tumbos orillamos la furgoneta y salimos a tomar el aire antes de acabar muertos en una cuneta. Puedo decir que aquella fue una de las experiencias místicas más intensas que he vivido. Casi en lo alto de un monte pelado, noche sin luna, ligera intoxicación etílica y de repente nos encontramos con un puto menhir enhiesto al cielo estrellado.
Y bueno ya sabéis como son esas cosas, sensación de disolución, temblores y cosas muy profundas y muy tontas.
Total que largamos de allí cagando hostias y repentinamente sobrios.
lunes, 21 de mayo de 2012
How are you feeling?
Dedicado a quienes por algún motivo o razón se encuentran sumidos en la tristeza. A los lamecristales de la web(sic), a aquellos que trabajan en ingentes compañías del mal pero que sin embargo se esfuerzan por ser maravillosas personas humanas y se estremecen con el canto del gorrión en el alféizar. O quizás simplemente tengas alguna indiscreción corporal pasajera. Para ti, va entonces, esta canción.
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el cabello y el pesar
domingo, 20 de mayo de 2012
Videoclips que dan mucha cosita (III)
Qué delirio. Ni Hawkwind hacían cosas tan extremas: un ojo en el cielo como el que vió Phillip K. Dick lanza destellos flúor hacia un Juan Erasmo Mochi disfrazado de Elvis charro mientras unas sosas bailan y sonríen lánguidamente.Todos están encantados aunque el futuro se reveló distópico para Juan Erasmo que perdió el pelazo y ahora, calvo perdido, va a todos lados con sombrero de ala hiperdimensionado y gabardina que le hace parecer el Van Helsing barcelonés.
miércoles, 16 de mayo de 2012
Videocanciones que dan mucha cosita (II)
Estaba yo toda "random" por youtube y me he encontrado con esto que es como una especie de himno al amor loco loco... Pero dándole vueltitas a la canción me veía agarrado por la familiaridad y el bofetón AOReka llegó en la segunda estrofa. Todas las canciones de AOR loco al final conectan con pegamin. Desde la dimensión noventa la hermana de Shakespeare nos trae el drama de la ciudadanía pegamita.
If this world is wearing thin
And you're thinking of escape
I'll go anywhere with you
Just wrap me up in chains
But if you try to go alone
Don't think I'll understand
Stay with me
Stay with me
In the silence of your room
In the darkness of your dreams
You must only think of me
There can be no in between
When your pride is on the floor
I'll make you beg for more
Stay with me
Stay with me
You'd better hope and pray
That you make it safe
Back to your own world
You'd better hope and pray
That you'll wake one day
In your own world
Coz when you sleep at night
They don't hear your cries
In your own world
Only time will tell
If you can break the spell
Back in your own world
Stay with me
Stay with me
Stay, stay with me
Stay, stay, stay, stay, stay
Stay with me
sábado, 12 de mayo de 2012
Videoclips que dan mucha cosita (I)
Díficilmente vas a encontrar un videoclip más falto y de más vergüenza ajena que éste. La canción en sí no es mala y está en la línea de las cosas que manufactura King Diamond: historietas góticas, muchos espectros, maldiciones gitanas y casas encantadas. El Rey Diamante regurgita discos conceptuales sobre espíritus malévolos, fantasmas errantes y niñas poseídas buscando dar miedito sin darse cuenta de que con currarse un par de clips como éste podría acojanar a millones de personas en tres minutos y medio.
El que no esté colocado que se coloque y al loro. King Diamond - The Family Ghost
El que no esté colocado que se coloque y al loro. King Diamond - The Family Ghost
El bien más preciado es la libertad hay que defenderla con...
Hoy marcho a la guerra, madre, porque negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver y quizás nunca vuelva. Ni se le ocurra llorar, tenga orgullo de mí, mi sacrificio no es vano. Y estese atenta que igual salgo en la tele. Madre, anoche en la trinchera entre el fuego y la metralla vi al enemigo correr, la noche estaba estrellada y si caigo en la guerrilla, oh bella ciao, bella ciao, bella ciao ciao ciao, si me quieres escribir ya sabes mi paradero, anda jaleo, jaleo. Dejo aquí el que quizás sea mi último youtube a modo de testamento, testimonio sincero, retrato de mi alma y abrazo entrañable a los seres estimados.
jueves, 10 de mayo de 2012
Asi me imagino yo a... Ender
Restaurante de comida rápida especializado en pollo frito.
Mis amigos y yo pedimos el menú C: 3 hamburguesas de pollo, 6 piezas de pollo en plan muslo, 9 alitas de pollo picantes, 4 servilletas, patatas y bebida.
La comida empieza más o menos bien; tras haber gastado una servilleta en limpiar la mesa, comprobamos que las hamburguesas no están mal y nos regocijamos pensando que nos ha salido todo por el precio de un billete de metro.
Atacamos los muslacos de pollo.
La coraza de piel frita, de entre uno y dos centimetros, tiene tanta grasa, tanto aceite, que empieza a chorrear por los dedos hasta llegar a la muñeca. Me doy cuenta que estoy solo, mis amigos, enfrascados en su propia Odisea, no pueden ayudarme y la servilleta, al mero contacto con mi dedo absorbe todo el aceite que puede y cae a plomo sobre la mesa, exahusta y pringosa, pero satisfecha como un cerdo antes de explotar.
Intento dominar a la babeante pechuga de pollo sacudiendola y quitandole la piel, pero en el proceso salpico el suelo creando una mancha de aceite tipo Mario Kart ante la indiferencia de los hooligans adolescentes y los no-white-trash que pueblan el desvencijado local.
Sin la piel, la pechuga está seca y sin sabor. Es como lamer un mordisquear un codo que ni siente ni padece.
Pruebo las patatas y constato que ni hundiendolas en ketchup dejan de saber a pollo.
Asqueado, las dejo de lado y ataco una alita de pollo con pelos chamuscados. El picante me da tal hostia en la lengua que escupo con rabia la alita contra el cristal.
Miro a mi alrededor. Los desperdicios desbordan la basura, montones y montones de bolsitas de take away y envoltorios inútiles que te dan aunque comas en sus mesas, que la gente apila o deja en el suelo antes de marcharse.
Me empiezo a marear. Estoy teniendo una experiencia alimentotética muy, muy fuerte, con llamadas en directo y mensajes de móvil.
Necesito respirar, descubrir el aire fresco, no me está funcionando bien la cabeza, decir cada mañana que soy libre como el viento. Me levanto tembloroso camino a la puerta. Estoy casi llegando cuando resbalo en el aceite y caigo de espaldas.
Mis amigos y yo pedimos el menú C: 3 hamburguesas de pollo, 6 piezas de pollo en plan muslo, 9 alitas de pollo picantes, 4 servilletas, patatas y bebida.
La comida empieza más o menos bien; tras haber gastado una servilleta en limpiar la mesa, comprobamos que las hamburguesas no están mal y nos regocijamos pensando que nos ha salido todo por el precio de un billete de metro.
Atacamos los muslacos de pollo.
La coraza de piel frita, de entre uno y dos centimetros, tiene tanta grasa, tanto aceite, que empieza a chorrear por los dedos hasta llegar a la muñeca. Me doy cuenta que estoy solo, mis amigos, enfrascados en su propia Odisea, no pueden ayudarme y la servilleta, al mero contacto con mi dedo absorbe todo el aceite que puede y cae a plomo sobre la mesa, exahusta y pringosa, pero satisfecha como un cerdo antes de explotar.
Intento dominar a la babeante pechuga de pollo sacudiendola y quitandole la piel, pero en el proceso salpico el suelo creando una mancha de aceite tipo Mario Kart ante la indiferencia de los hooligans adolescentes y los no-white-trash que pueblan el desvencijado local.
Sin la piel, la pechuga está seca y sin sabor. Es como lamer un mordisquear un codo que ni siente ni padece.
Pruebo las patatas y constato que ni hundiendolas en ketchup dejan de saber a pollo.
Asqueado, las dejo de lado y ataco una alita de pollo con pelos chamuscados. El picante me da tal hostia en la lengua que escupo con rabia la alita contra el cristal.
Miro a mi alrededor. Los desperdicios desbordan la basura, montones y montones de bolsitas de take away y envoltorios inútiles que te dan aunque comas en sus mesas, que la gente apila o deja en el suelo antes de marcharse.
Me empiezo a marear. Estoy teniendo una experiencia alimentotética muy, muy fuerte, con llamadas en directo y mensajes de móvil.
Necesito respirar, descubrir el aire fresco, no me está funcionando bien la cabeza, decir cada mañana que soy libre como el viento. Me levanto tembloroso camino a la puerta. Estoy casi llegando cuando resbalo en el aceite y caigo de espaldas.
Mi última visión antes de perder el conocimiento: un adolescente acerca su cara a la mía y me dedica unos cuernos de baratillo y un "Cool!!" aprobador.
Etiquetas:
Asi me imagino yo a...,
no cubre las expectetativas
lunes, 7 de mayo de 2012
Bares de Madrid V: La Viga (DEP)
Entrada pendiente desde mi llegada a esta hermandad. Nada menos que desde el 10-10-10 y que simboliza mi pereza extrema a la hora de hacer cualquier cosa que no sea levantar una copa con un relleno alcohólico. Y tenía que hablar de él, de su lugar de sus hazañas. Una entrada-mausoleo que aunque nadie vaya a leer (como es normal) merece la solemnidad debida. Espero que la memoria no me falle y logre hacer de este relato algo más que una mera entrada en un blog de mierda como el nuestro. Aunque mejor, y pensándolo bien, no me propongo algo tan difícil de superar, y que sirva mejor como proskynesis a ese gran trabajador de lo suyo.
Escenario de batalla (y batallitas)
Este as de la restauración (como se dice ahora) se rodeaba de materiales de la más alta nobleza, paredes pintadas de un naranja tirando al ocre, vestigio de frituras ancestrales y mugre acumulada, puerta de cristal amarillo traslúcido que he visto en más de algún baño de piso de alquiler pero que ahora mismo puede servirme para escenificar el sagrado sitio y acrecentar el mito. Diré pues que eran preciosos vitrales que dejaban pasar las últimas gotas de luz y que daban ese aire de misterio y cercanía que permitía al paseante comulgar de forma pacífica con el Grande. Mesas altas, un cartel de un Unirock del año 4 A.C. que no entendimos muy bien que hacía allí: o bien era un sostén de carga del muro o se trataba de la tapadera de algún vórtice siniestro. Poseía el lugar un encanto sinigual con su carta fotocopiada donde no faltaba las hamburguesas y los bocadillos con una mezcla de quesos marca de la casa y una salsa brava supuestamente auténtica. La música sonaba en un loro que funcionaba con casetes, precios acequibilísimos, licores y botellas llenas de roña, alguna cucaracha, la tele encendida en Telemadrid hasta el programa de Dragó, el cartel que rezaba aquí se puede fumar, y su mujer, doña Paulina, que la incluyo como elemento arquitectónico por su pose esfigiesca y su rictus impenetrable a lo Steven Seagal. Los baños, como era natural, estaban desprovistos de papel higiénico lo cual me mereció más de un disgusto en alguna noche de desenfreno. Una suerte que siempre vaya provisto de cleenex por lo que pudiera pasar. Lo que caracterizaba al sitio, no obstante, era una Viga que había desaparecido y que daba nombre al bar, una especie de gesto cínico del siempre trapero destino.
Soy Leyenda
Alejandro, alma noble logró domar a los bucéfalos clientes a base de copazos, aceitunas en salmuera y panchitos. Con el rigor de su sonrisa y un aire de sofisticación que le daba su genial parecido con el actor Robert Mitchum. Algún hijodeputa decía que era una mezcla entre el mencionado actor, Kirk Douglas, y el enano de twin peaks. Desde el otro lado de la barra no se le escapaba ni media, recordamos la noche mítica en la que un gilipollas le tiró un cacahuete y conoció su fatal destino en la humillación pública. Pese a ser él un ser una mónada de luz, servicial y un gentilhombre donde los hubiera, tenía las tablas suficientes como para dejar en offside a cualquiera que le intentase colar alguna. Como aquella vez que unos vaqueros osaron irse sin pagar sus consumiciones. El bar petado, el loro a pleno, y la banda ya un poco descocada. Los tránsfugas dan unos pasos hacia la puerta. Golpe en la barra. El martillo de Thor. Silencio sepulcral, hasta el puto John Foggerty de la Creedence parecía haber dejado de cantar. El tiempo en standby. El grito primordial: “de aquí no sale nadie sin pagar las copas”. Escarnio ejemplificador, vaqueros acojonados, y a soltar los billetitos.
Se sabía los nombres de todos sus clientes salvo algunos, pero en caso de que su memoria le jugara una mala pasada lo suplía con el clásico gentilicio del personaje en cuestión. Me viene ahora mismo a la mente una anécdota trascendental que creía había pasado al túmulo de los recuerdos, pero sigue viva como si me la hubieran contado ayer. Parece ser que uno de los comensales recién llegado a la capital había sido invitado a pasar por el obligatorio templo de la bebida. Pelotis va, pelotis viene, se le ocurre a uno de sus sagaces amigos una singular apuesta. A priori era bien simple. Debía acudir al local contiguo al bar, y quedarse allí por el plazo de unos quince minutos. Tras el lapso temporal pactado el recién llegado obtendría 50 machacantes frescos para uso y disfrute. Así que hacia allí fue. Se presenta y le atiende un tipo embutido en cuero, que le obliga a sacarse la ropa, o le amenaza con echarle. El chaval aduce que solo quiere tomarse una copa, pero el oso encuerado lo saca al más puro oeste por la puerta. El Copper, lugar mítico a partir de ese momento para quienes oíamos la anécdota caló profundo en el muchacho. La mazmorra que vio parece ser que le afectó enormemente. A juzgar por las fiestitas temáticas que se montan parece más o menos razonable su sentir y pesar. ¿Y la vez que empezó el principio del final? ¿Recuerdan la vez que la policía cargó contra la monada en unas fiestas del dos de Mayo? Alejandro se apuntó a la épica cerrando la puerta, bajando persianas y dejándonos permanecer en el templo sagrado hasta el final de los tiros, los ruidos y la cosa chungalí. Y mientras nosotros nos adobábamos de lo lindo, ganábamos todos. Al final terminamos haciendo un sprint hasta Gran Vía que ni Jessie Owens en los juegos olímpicos de Berlín. A base de copazo, birraza y una sangría con canela que volvía locas a las nenas fue forjando la leyenda. Eso y las típicas atenciones señoriales. Recuerdo como en un cumpleaños sacó de la chistera una cinta que se había grabado ex profeso y se cascó el cumpleaños feliz de los parchis. Sus grabaciones en cintas eran asimismo legendarias. Una ensalada de ritmos bastante AOR a decir verdad, pero ¿a quién cojones le importa música cuando vas pedo, eh? El único puto sitio de Malasaña donde pinchaban con cintas. Y encima se las llevaban los clientes, comunión total, una puta locura. Luego él las cortaba y pegaba a lo Brian Wilson y hacía sus propias grabaciones con grabaciones que los clientes le llevaban. Está de más decir, y con permiso del término a Ender, que el resultado era de lo más aorizante. Como en toda liturgia también había rituales establecidos, la típica canción de la CCR que encendía a Alejandro y parecía otorgarle un poder omnípodo detrás de la barra o la tontería de poner la balada del pistolero cada vez que servía una ronda de tequilas. Ahora mismo, y escrito en un puto blog suenan a mierda trenzada, aunque bueno, como siempre digo, hice lo mejor que pude en su memoria y eso, lastimeramente, nunca suele ser suficiente. Se me viene a la mente la frase que decía aquel dramaturgo: “el público siempre quiere más”. Aunque la verdad, no sé bien a santo de que.
Oremos
Hace casi dos años que el templo ha cerrado, Alejandro pasó a mejor vida y ahora mismo hay otra instalación sacrílega en el suelo que una vez pisamos, un bar de éstos seudo modernos; y las copas que bebimos nosotros y ahora beben otros saben a nostalgia y jabón de lavavajillas reseco en el cristal. Quizás, y si no han insonorizado el local, al poner la orejita en la pared, tal vez se pueda escuchar todavía algún grito provocado por un azote de la twighlight zone contigua, y con el sonoro excretar de una persona sobre otra vengan a nuestras mentes pensamientos paradójicos, el de un bar que por autenticidad fue un referente de una época de mierda como la de ahora, pero en la que éramos más jóvenes y puede, quien sabe, menos gilipollas.
Escenario de batalla (y batallitas)
Este as de la restauración (como se dice ahora) se rodeaba de materiales de la más alta nobleza, paredes pintadas de un naranja tirando al ocre, vestigio de frituras ancestrales y mugre acumulada, puerta de cristal amarillo traslúcido que he visto en más de algún baño de piso de alquiler pero que ahora mismo puede servirme para escenificar el sagrado sitio y acrecentar el mito. Diré pues que eran preciosos vitrales que dejaban pasar las últimas gotas de luz y que daban ese aire de misterio y cercanía que permitía al paseante comulgar de forma pacífica con el Grande. Mesas altas, un cartel de un Unirock del año 4 A.C. que no entendimos muy bien que hacía allí: o bien era un sostén de carga del muro o se trataba de la tapadera de algún vórtice siniestro. Poseía el lugar un encanto sinigual con su carta fotocopiada donde no faltaba las hamburguesas y los bocadillos con una mezcla de quesos marca de la casa y una salsa brava supuestamente auténtica. La música sonaba en un loro que funcionaba con casetes, precios acequibilísimos, licores y botellas llenas de roña, alguna cucaracha, la tele encendida en Telemadrid hasta el programa de Dragó, el cartel que rezaba aquí se puede fumar, y su mujer, doña Paulina, que la incluyo como elemento arquitectónico por su pose esfigiesca y su rictus impenetrable a lo Steven Seagal. Los baños, como era natural, estaban desprovistos de papel higiénico lo cual me mereció más de un disgusto en alguna noche de desenfreno. Una suerte que siempre vaya provisto de cleenex por lo que pudiera pasar. Lo que caracterizaba al sitio, no obstante, era una Viga que había desaparecido y que daba nombre al bar, una especie de gesto cínico del siempre trapero destino.
Soy Leyenda
Alejandro, alma noble logró domar a los bucéfalos clientes a base de copazos, aceitunas en salmuera y panchitos. Con el rigor de su sonrisa y un aire de sofisticación que le daba su genial parecido con el actor Robert Mitchum. Algún hijodeputa decía que era una mezcla entre el mencionado actor, Kirk Douglas, y el enano de twin peaks. Desde el otro lado de la barra no se le escapaba ni media, recordamos la noche mítica en la que un gilipollas le tiró un cacahuete y conoció su fatal destino en la humillación pública. Pese a ser él un ser una mónada de luz, servicial y un gentilhombre donde los hubiera, tenía las tablas suficientes como para dejar en offside a cualquiera que le intentase colar alguna. Como aquella vez que unos vaqueros osaron irse sin pagar sus consumiciones. El bar petado, el loro a pleno, y la banda ya un poco descocada. Los tránsfugas dan unos pasos hacia la puerta. Golpe en la barra. El martillo de Thor. Silencio sepulcral, hasta el puto John Foggerty de la Creedence parecía haber dejado de cantar. El tiempo en standby. El grito primordial: “de aquí no sale nadie sin pagar las copas”. Escarnio ejemplificador, vaqueros acojonados, y a soltar los billetitos.
Se sabía los nombres de todos sus clientes salvo algunos, pero en caso de que su memoria le jugara una mala pasada lo suplía con el clásico gentilicio del personaje en cuestión. Me viene ahora mismo a la mente una anécdota trascendental que creía había pasado al túmulo de los recuerdos, pero sigue viva como si me la hubieran contado ayer. Parece ser que uno de los comensales recién llegado a la capital había sido invitado a pasar por el obligatorio templo de la bebida. Pelotis va, pelotis viene, se le ocurre a uno de sus sagaces amigos una singular apuesta. A priori era bien simple. Debía acudir al local contiguo al bar, y quedarse allí por el plazo de unos quince minutos. Tras el lapso temporal pactado el recién llegado obtendría 50 machacantes frescos para uso y disfrute. Así que hacia allí fue. Se presenta y le atiende un tipo embutido en cuero, que le obliga a sacarse la ropa, o le amenaza con echarle. El chaval aduce que solo quiere tomarse una copa, pero el oso encuerado lo saca al más puro oeste por la puerta. El Copper, lugar mítico a partir de ese momento para quienes oíamos la anécdota caló profundo en el muchacho. La mazmorra que vio parece ser que le afectó enormemente. A juzgar por las fiestitas temáticas que se montan parece más o menos razonable su sentir y pesar. ¿Y la vez que empezó el principio del final? ¿Recuerdan la vez que la policía cargó contra la monada en unas fiestas del dos de Mayo? Alejandro se apuntó a la épica cerrando la puerta, bajando persianas y dejándonos permanecer en el templo sagrado hasta el final de los tiros, los ruidos y la cosa chungalí. Y mientras nosotros nos adobábamos de lo lindo, ganábamos todos. Al final terminamos haciendo un sprint hasta Gran Vía que ni Jessie Owens en los juegos olímpicos de Berlín. A base de copazo, birraza y una sangría con canela que volvía locas a las nenas fue forjando la leyenda. Eso y las típicas atenciones señoriales. Recuerdo como en un cumpleaños sacó de la chistera una cinta que se había grabado ex profeso y se cascó el cumpleaños feliz de los parchis. Sus grabaciones en cintas eran asimismo legendarias. Una ensalada de ritmos bastante AOR a decir verdad, pero ¿a quién cojones le importa música cuando vas pedo, eh? El único puto sitio de Malasaña donde pinchaban con cintas. Y encima se las llevaban los clientes, comunión total, una puta locura. Luego él las cortaba y pegaba a lo Brian Wilson y hacía sus propias grabaciones con grabaciones que los clientes le llevaban. Está de más decir, y con permiso del término a Ender, que el resultado era de lo más aorizante. Como en toda liturgia también había rituales establecidos, la típica canción de la CCR que encendía a Alejandro y parecía otorgarle un poder omnípodo detrás de la barra o la tontería de poner la balada del pistolero cada vez que servía una ronda de tequilas. Ahora mismo, y escrito en un puto blog suenan a mierda trenzada, aunque bueno, como siempre digo, hice lo mejor que pude en su memoria y eso, lastimeramente, nunca suele ser suficiente. Se me viene a la mente la frase que decía aquel dramaturgo: “el público siempre quiere más”. Aunque la verdad, no sé bien a santo de que.
Oremos
Hace casi dos años que el templo ha cerrado, Alejandro pasó a mejor vida y ahora mismo hay otra instalación sacrílega en el suelo que una vez pisamos, un bar de éstos seudo modernos; y las copas que bebimos nosotros y ahora beben otros saben a nostalgia y jabón de lavavajillas reseco en el cristal. Quizás, y si no han insonorizado el local, al poner la orejita en la pared, tal vez se pueda escuchar todavía algún grito provocado por un azote de la twighlight zone contigua, y con el sonoro excretar de una persona sobre otra vengan a nuestras mentes pensamientos paradójicos, el de un bar que por autenticidad fue un referente de una época de mierda como la de ahora, pero en la que éramos más jóvenes y puede, quien sabe, menos gilipollas.
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viernes, 4 de mayo de 2012
divino tesoro
Sé que me he hecho vieja porque cuando suena el teléfono a horas intempestivas* siempre pienso que me llaman para decir que se ha muerto alguien. Ayer vi al niño jevi dos veces (dos) y me reconfortó saber que cuando esté totalmente marchita, incluso cuando esta humilde envoltura carnal haya alimentado la tierra, la juventud y la belleza seguirán su curso.
* cualquier momento fuera de la franja entre las 2pm y las 10pm
jueves, 3 de mayo de 2012
Minutos Musicales
"Oye,
cuando te pongo youtubes y eso, ¿luego te los escuchas? Es que tardo un
huevo en escribir y buscar canciones y a ver si es para nada..."(Un emigrante)
Mi crisis de los 40 está parametrizada en el ámbito de lo musical. Lo suyo hubiera sido pagarme una lipoescultura, comprarme un coche pintón o echarme una amante pero me ha dado por escuchar heavy metal de nuevo (nunca dejé de hacerlo pero lo de ahora es preocupante: acabo de volver de unas minivacaciones y de diez discos que llevaba nueve eran de metal). Creo que estoy volviendo a mis trece años pero sin acné y combinando mejor los colores. Parto de la base de que estos post los escribo, solamente, para Priesito y la Paca, nuestros embajadores del Heavy Metal en Europa y Africa y que a los demás ni fú ni fá (y así me lo haréis saber en los comments travestidos bajo pintorescos alias o desde la fascinante dimensión anónima).
Yo a lo que venía, principalmente, es a dejar este video aquí. La banda en cuestión viene pegando fuerte y son de esos grupetes facilones que no gustan al fan de toda la vida pero que tienen su aquel. Por lo visto vienen de una especie de concurso de talentos finlandés y han logrado fichar para la señera discográfica Nuclear Blast. Tienen órganos, una cantante que se parece a Shelley Winters y un rollo conceptual en el que domina el metal, el acero, el poder, la batalla y el metal y el acero. Pensando en todos vosotros, durante mis interminables pingüis por los paseos marítimos de Burriana y localidades aledañas, creí haber encontrado una joya oculta en un disco bastante potable para descubrir, días después, ya a los mandos de la internet, que era el single del disco.
Fuí Jesús Ordovás durante el Puente de Mayo.
Battle Beast - Show Me How To Die
De regalo, el que yo siempre pensé que era el single del disco.
Battle Beast - Enter The Metal World
Mi crisis de los 40 está parametrizada en el ámbito de lo musical. Lo suyo hubiera sido pagarme una lipoescultura, comprarme un coche pintón o echarme una amante pero me ha dado por escuchar heavy metal de nuevo (nunca dejé de hacerlo pero lo de ahora es preocupante: acabo de volver de unas minivacaciones y de diez discos que llevaba nueve eran de metal). Creo que estoy volviendo a mis trece años pero sin acné y combinando mejor los colores. Parto de la base de que estos post los escribo, solamente, para Priesito y la Paca, nuestros embajadores del Heavy Metal en Europa y Africa y que a los demás ni fú ni fá (y así me lo haréis saber en los comments travestidos bajo pintorescos alias o desde la fascinante dimensión anónima).
Yo a lo que venía, principalmente, es a dejar este video aquí. La banda en cuestión viene pegando fuerte y son de esos grupetes facilones que no gustan al fan de toda la vida pero que tienen su aquel. Por lo visto vienen de una especie de concurso de talentos finlandés y han logrado fichar para la señera discográfica Nuclear Blast. Tienen órganos, una cantante que se parece a Shelley Winters y un rollo conceptual en el que domina el metal, el acero, el poder, la batalla y el metal y el acero. Pensando en todos vosotros, durante mis interminables pingüis por los paseos marítimos de Burriana y localidades aledañas, creí haber encontrado una joya oculta en un disco bastante potable para descubrir, días después, ya a los mandos de la internet, que era el single del disco.
Fuí Jesús Ordovás durante el Puente de Mayo.
Battle Beast - Show Me How To Die
De regalo, el que yo siempre pensé que era el single del disco.
Battle Beast - Enter The Metal World
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